00:37

2.2K 248 102
                                    

r u b é n
[2 0 2 0]

Me paré de mi asiento, liado con lo que acababa de decir.

¿Esta era Dani? Esperaba un grito, una mirada de odio, hasta un golpe. Cualquier cosa menos la frialdad que me estaba mostrando.

—Estuve en terapia durante meses. Me traté, estoy mejor —intenté explicar.

—Se te nota —dijo con sinceridad.

—Me esforcé en verme mejor —sonaba más ansioso de lo que quería—. Trabajé en mí, trabajé en nosotros, no entiendo... no entiendo qué puedo hacer más allá de eso para que me perdones.

—Y me alegro por ti, Rubén, lo sabes, pero que hayas buscado ayuda no significa que automáticamente arregles todas las cosas que hiciste.

—¡Lo sé! Mira Dani, que sé que tuve problemas y muchos. Lo admito. Pero puedo enmendarme, sé que puedo —negó lentamente—. Quizás no puedo viajar al pasado y hacer las cosas de distinta forma, pero sí puedo intentar hacer que dejen de doler tanto.

Se puso de pie y empezó a dar vueltas por la habitación, soltando cada tanto unos suspiros frustrados. Finalmente me miró:

—No es necesario que lo hagas. Estoy feliz por ti, porque estés estable y feliz, pero no importa cuánto te esfuerces, no volveremos a ser lo que éramos y... —la interrumpí.

—¿Por qué no quieres o porque no puedes? —resopló.

—Porque que hayas trabajado en ti no quiere decir que puedas arreglarme a mí —se cruzó de brazos cansada—. No quiero que gastes tu tiempo en reparar una situación que estaba rota desde un principio.

Caminé hasta ella para sujetarle de las manos. La miré desesperado, estaba tan reacia a la conversación, a mi tacto. Y eran tantas cosas las que quería decirle y sentía que tenía tan poco tiempo.

—Dani... estuve enamorado de ti toda mi vida, no lo sabía pero lo estaba ¡lo estoy! —me corregí—. Siempre fuiste tú. Ojalá tuviera la habilidad de expresar bien todos mis pensamientos y sentimientos con palabras y frases que tuvieran sentido, pero no me es fácil, ¿sí? Lo estoy intentando. Y no es gastar mi tiempo, Dani, es invertirlo. Invertirlo en nosotros.

—Basta —rogó levemente—, por favor.

Dio unos pasos hacia atrás y se abrazó a sí misma. Tenía el ceño fruncido y los ojos apagados, tristes. Pasé una mano por mi cabello con frustración. No sabía si me hería más saber que su pena la estaba provocando yo o que aún sabiéndolo no iba a callarme.

—No —respondí—. No puedo solo parar. He estado quieto y en silencio dos años, Dani, dos jodidos años callando lo que siento, rogando porque no me hayas olvidado.

Me acerqué a ella, atreviéndome a acunar su rostro en mis manos. Su piel estaba fría y muy tersa, podía oler su perfume a vainilla. Su rostro, brillante y suave, no tenía más que un semblante amargo.

Tranquilamente quitó mi toque de su piel y me miró fríamente.

—¿Dos años? —rió— He estado quieta toda mi vida por ti —batió las pestañas con lentitud y dando un trago amargo siguió—: Renuncié a mi país por ti. Abandoné a mis padres por ti. Me mudé y me mudé donde quisiste ir solo por ti... hice todo por un mejor amigo que me traicionó, que me mintió, que me dejó ir completamente sola a otro continente —lo decía tan bajo, como si el dolor no le permitiera subir el volumen de su voz—. Si querías verme para llorarme por haber pasado dos años de mierda, te hubieras quedado en España, donde perteneces.

just kids; rdgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora