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r u b é n
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—No puedo creer que vayas a vestir esa camiseta —dijo Dani cuando me vio salir del baño.

—¡Mañana nos vamos, quiero hacerte sentir vergüenza por última vez! —exclamé haciéndola reír.

—Vale, solo por hoy —me dio una sonrisa ladina y negó con la cabeza sin poder creérselo.

Llevábamos seis días en Japón y definitivamente ha sido y será mi viaje favorito. Tengo como cien fotos con chicas, por lo menos treinta con personas haciendo cosplay de mis animes preferidos y regresaría a Noruega con unas diez estatuillas para coleccionar.

Además de haberme alimentado prácticamente de ramen y arroz, muchísimo más rico que el que vendían en Bergen. 

Aparte de todo ello, la compañía de Dani lo hacía todo mejor. 

Ella se asombraba por todo, literalmente, y eso que Dani nunca era muy expresiva, pero acá veía un bonsái y gritaba impresionada para después tomarle foto.

Creo que su cámara ha de tener unas cien mil fotos de cosas pequeñas como venados y unas diez de cosas impresionantes como los templos.

Hoy planeábamos ir a un cine en el centro que pasaba solo películas de anime todo el día y la decoración del lugar también era de ese estilo. Nada tradicional y aburrido, luego iríamos a un teatro para una función de como dos horas que Dani insistía que quería ver.

Dice que hay más cultura en Japón que "monitos animados", como los llama ella, y la verdad es que me acompañó a muchos locales del estilo que me gustaban, lo mínimo que podía hacer por ella es ir a ver esa función extraña.


La verdad la película no la entendimos. Compramos boletos para la película que empezara más pronto, que sería dentro de diez minutos después de que llegamos. Al ubicarnos con nuestras palomitas y sodas esperamos a que comenzara y cuando lo hizo, pasó lo peor: no tenía subtítulos.

—¿En serio, Rubén? ¿No pudiste revisar si tenía subtítulos? —me dio una mirada de regaño.

—Bueno... seguro que entendemos por las imágenes —intenté defenderme, pero la verdad la había cagado.

Y pues no, nada de nada. La imagen y estilo de dibujo era precioso, pero me sentí como en la escuela mirando la pizarra sin poder procesar nada de lo que tenía escrito.

Aunque me puso de más mal humor a mí que a Dani, que estaba lo suficiente emocionada de ir al teatro japonés como para amargarse por la película. 

Fuimos a almorzar y después a pasear por el centro y comprar regalos que pudiéramos llevar a Noruega para nuestras familias. Cuando dieron las cinco y media decidimos ya ir al teatro, pues la función empezaba a las seis. 

El teatro era un edificio abierto, en pleno aire libre. Bastante lindo la verdad.

—¡Mira, creo que es una de las actrices! —gritó Dani apuntando a una mujer con ropas tradicionales y maquillaje— Ponte al lado, te tomaré una foto —le obedecí.

La señora se colocó cerca mío y se rió al ver mi camiseta para después posar para la foto. 

 

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