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d a n i
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Me senté en el porche a ver a los niños de mis vecinos jugar hockey en la calle. No sabía qué deportes eran más comunes en España así que quería asegurarme de disfrutar ver un último partido, aunque sea solo de niños.

El mes había pasado veloz, saldríamos mañana por la noche. Ya nos habíamos inscrito en las universidades, pero entramos a distintas. Él estudiaría Artes Gráficas donde aprendería a grabar y editar vídeos, usar programas de animación y este tipo de cosas, yo en cambio estudiaría Diseño Publicitario, que básicamente me prepara para encargarme del material publicitario de una marca, no solo a la parte visual sino también a la parte física del mismo producto.

Estábamos emocionados de lo que nos depararía una vez que nos vayamos.

Estaríamos viviendo con Héctor, el padrastro de Rubén en Málaga, aunque solo el primer mes ya que su "intercambio" del trabajo finalizaría en septiembre y podría regresar a Noruega. Después de eso la mantención del apartamento dependería de Rubén y yo, pero hasta que encontráramos un empleo estable no contribuiríamos en el arriendo.

De pronto mamá se sentó a mi lado, entrelazó nuestras manos y me sonrió con calidez.

—Sigo sin poder creer que te vayas mañana —habló.

—Ni yo, créeme.

—Mi niña preciosa —besó la palma de mi mano con cariño—, pareciera que fue ayer que llegaste después de clases en séptimo grado emocionada porque habías conocido a ese chico extraño del que nadie quería ser amigo.

—Tuve suerte de encontrarlo —respondí nostálgica.

—Sí, a pesar de que no se parecen tanto, muchas veces llegué a pensar que estaban hechos el uno para el otro... la forma en que se entienden, eso no se encuentra tan fácil ni tan rápido—asentí, yo pienso lo mismo a veces—. Dani, debo preguntarte algo —la miré atenta a su semblante preocupado— ¿estás completamente segura que quieres irte?

—Claro que sí, mamá, digo, nunca lo planeé, pero la idea de hacerlo me hace feliz —dije sin darle mayor importancia.

—Necesito que me prometas que te vas porque quieres y no porque crees que irte a vivir con él a otro continente hará que se enamore de ti.

—¡Mamá! —exclamé sorprendida de que siquiera lo haya insinuado.

—No quiero que hagas algo que no quieres solo por una ilusión de un amor de colegio —sé que no lo decía de forma ofensiva, pero igual me molestó, me puse de pie.

—Estoy harta de que creas que todo lo que hago se basa en la aprobación de Rubén, mamá, tú también te fuiste de casa jovencita para mudarte acá con papá.

—Eso fue distinto, Dani, ya sabíamos lo que sentíamos por el otro —fruncí el ceño—. Me refiero a que no me fui sin saber que era algo seguro, sin antes saber que él no me abandonaría; Rubén podría dejarte cuando le dé la gana.

—¡Y yo a él! —me miró incrédula.

—Tú no lo dejarías y lo sabes, Dani, no eres la clase de persona que se va de donde le gusta estar, sin importar cómo te traten —¿de verdad ella pensaba así de mí?—. Por favor... mírame a los ojos y dime que estás 100% segura de que él no te dejará sola el día de mañana —gruñí.

—Lo que sé es que me iré y no por una fantasía de colegiala —me crucé de hombros— ¿Feliz?

Asintió no tan satisfecha, rodé los ojos y ya de mal humor entré a la casa.

r u b é n

Nos subimos al avión después de habernos despedido de nuestros padres. Lloré muchísimo más que Dani, creo que incluso no llegué a ver ni una sola lágrima salir de su ojo.

Ambos llevábamos dos maletas inmensas, pareciera que teníamos toda nuestra habitación en ellas.

Después de encontrar nuestros asientos, a la ventana y al medio, dejé que ella tomara el de la ventana, recordando que en Japón ella se sentó en pasillo y no pudo disfrutar de la vista que el vuelo le podía entregar. Se la merecía.

—¿Héctor nos recibirá al llegar? —preguntó en un bostezo, estaba agotada, seguro dormiría las cuatro horas del vuelo.

—Sí, se oía muy feliz de vernos —sonreí.

—Claro que sí, tú eres el hijo que nunca tuvo y yo soy la hija que quiere tener —bromeó.

—Probablemente —acomodé mi brazo sobre sus hombros y rápidamente ella se acurrucó en mi pecho, besé su frente—. Jamás podré mostrarte o devolverte lo agradecido que estoy de que te mudes conmigo.

—Creo que una parte de mí sabía que no podría quedarme, digo, quizá mi yo de doce años veía el futuro y por eso aprendió el español —reímos.

—Gracias Daniqua de doce años —fingí rezar con mis manos.

Luego hablamos un poco de lo que nos esperaría en Málaga, de lo que extrañaríamos de Noruega y de algunos recuerdos de cuando éramos más pequeños.

A la media hora ya estaba dormida profundamente en mi hombro, debía de ir acostumbrándome porque hasta que el padrino no regrese a Noruega, Dani y yo dormiríamos juntos en la otra pieza del apartamento.

Dormí un poco, despertando cada diez minutos por las turbulencias. Dani estaba más que dormida, estaba en coma. Seguramente apenas había dormido la noche anterior por la ansiedad o la emoción.

La desperté cuando ya estábamos por aterrizar, miró por la ventana todo lo que se perdió en el vuelo y casi me rompe la mano por el miedo al aterrizaje.

Seguía muerta de sueño y se notaba, Dani no podía mantenerse despierta durante o después de viajar, ya lo había aprendido en el viaje a Japón.

Deslizándose por el piso del aeropuerto y bostezando cada cinco segundos agarramos nuestras maletas y nos dirigimos a encontrar a mi padrastro, que nos reconoció apenas nos vio cruzar la puerta de salida.

—¡Rubén, qué grande que estás eh! —exclamó al verme, me abrazó con mucha fuerza diciéndome cuánto me había extrañado y repitió lo mismo con Daniqua, que casi se desmaya en sus hombros.

Era lógico, eran las cuatro de la mañana, yo estaba acostumbrado de tanto desvelarme jugando con Mangel pero ella siempre se dormía a las once o antes.

En el auto, Dani ya estaba soñando en el asiento trasero mientras yo escuchaba a Héctor contarme todo lo que había hecho en este tiempo que no nos habíamos visto y yo hacía lo mismo pero hablándole de mamá. Se extrañaban mucho.

—Me alegra que hayas decidido mudarte, Rubén, cuando tu mamá me contó que no querías venir por Dani, me sorprendió, pensé que estudiarías allá finalmente —dijo.

—Sí, bueno, así era hasta que Dani me dijo que vendría conmigo —me encogí de hombros.

Dani no lo sabía, pero cuando me insistió con que fuera y yo no la vi en una semana porque estaba haciendo "trámites", en verdad estaba jugando Call of Duty y buscando una universidad en Bergen que me interesara, iba a ser una sorpresa.

Sabía que no podría dejarla allá, no porque ella fuera a estar mal sin mí, sino al contrario, era yo el que no estaría bien.

—Es una gran chica, muy especial —miré hacia los asientos traseros, un hilillo de baba se le escapaba por la comisura de la boca— ¿Abandonar a su familia para irse a un país desconocido contigo? Es otra cosa, estoy impresionado.

—Sí, le debo mucho —sonreí mientras miraba las calles de Málaga casi vacías. No había estado aquí desde 2002, y volver me hacía sentir como si todo fuera a estar bien.

Estaba justo donde quería, con la persona que más quería.

just kids; rdgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora