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—Pasarás Navidad con mi familia, ¿no? —me preguntó Matías concentrado en las caricias que hacía en mi muslo.

—No —respondí a la vez que destacaba el párrafo del libro que tenía en mano.

—¿Con quién lo pasarás entonces?

—Con Rubén, ¿con quién más? —bufó.

—¿Vas a pasar Navidad con tu compañero de piso en vez de con tu novio? 

—Matías, no es solo mi compañero de piso y lo sabes, además —suspiré—, con Rubén hemos pasado las últimas dos navidades y año nuevo juntos aquí en España.

—¿Y no tiene más amigos? 

—Claro que tiene más amigos, pero siempre hemos sido solo nosotros dos. Incluso cuando no vivíamos juntos, en Noruega, al día siguiente de Navidad nos juntábamos y en Año Nuevo, a las doce con cinco nos reuníamos en el paradero que estaba a mitad de nuestras casas solo para felicitarnos. No puedo solo dejarlo solo.

Rodó los ojos y se levantó de la cama bruscamente.

—Bueno, tampoco es como si quisieras —resoplé cansada, entre tener que estudiar un montón y lidiar con sus berrinches parecía que me quedaba sin energía.

—Matías, llevamos juntos solo seis meses, ¿no crees que es apresurado llevarme a tu casa en Navidad?

—Dani, no tienes a tu familia acá para celebrar, yo solo te estaba ofreciendo la mía que con gusto te recibirá.

—Rubén es mi familia —le reproché ya un poco molesta.

—Sabes a qué me refiero, además, si dejaras de darle tanta importancia habría un poco de espacio para que yo también pueda serlo —se acomodó su suéter dispuesto a irse.

Me puse de pie ya dándome cuenta que su rabieta estaba convirtiéndose en discusión.

—Eso no es justo y lo sabes. Tampoco puedes esperar que solo porque llevemos un par de meses mi vida se base en ti y en nuestra relación.

—No Dani, el problema aquí no soy yo, eres tú —fruncí el ceño—; eres tú siendo incapaz de darle prioridad a otra persona que no sea Rubén en tu vida y lo sabes. 

—Estás cruzando un límite, Matías —le advertí, se acercó a mí hasta que nuestros rostros estaban casi rozándose. 

—¿Qué límite? ¿No aguantas que te digan la verdad? No sabes amar, Dani, o por lo menos no sabes amar a nadie que no sea Rubén, acéptalo.

Le miré boquiabierta, impresionada de lo que acababa de decir, en vez de seguirle el juego tomé una bocanada de aire y me relajé.

—Quiero que te largues de mi apartamento y no vuelvas más, terminamos —sostuve, enarcó la ceja sin poder creérselo.

—¿Vas a terminarme por este problema en vez de solucionarlo? 

—No Matías, estoy terminándote porque no dejas de buscar problemas donde no los hay. Si no puedes respetar mi amistad con Rubén y vas a armar un drama porque no soy la novia obsesionada contigo que esperabas prefiero simplemente cortar ahora —le empujé un poco para que se dirigiera a la puerta y se fuera.

just kids; rdgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora