| Capítulo 6 |

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Roma.

Termino de restregar la última prenda del uniforme de Raven.

Ya los otros tres uniformes de Jack, Wes y Dan están secos.

Agarro el uniforme de Raven y me dirijo a la secadora, tiro las prendas dentro de esta y le doy al botón de inicio.

Me siento en una silla que está al lado de la secadora a esperar los cinco minutos que dura el uniforme en secarse.

Miro la hora en el reloj que está colgado en la pared que tengo al frente.

3:00 PM.

En estos momentos siento que estoy a punto de desmayarme, no he comido nada y tanto ejercicio físico me está matando. Mi cabeza duele horrores, tengo el estómago revuelto que siento que en cualquier momento vomitaré.

Lo único que ha recibido mi cuerpo son algunos sorbos de agua los cuales tomé de la llave del lavadero.

Cinco minutos después la secadora me obliga a levantarme de la silla.

Saco el uniforme y los doblo encima de los otros tres.

Salgo de la lavandería con los cuatro uniformes en mis manos y camino hasta el comedor donde supongo que estarán todos.

***

Cuando empujo las puertas del comedor, todo el lugar queda en silencio.

Paso mi mirada por todo el comedor y en una mesa del fondo visualizo a Bella, sigo recorriendo el lugar con la mirada hasta encontrarlos cerca de donde reparten la comida.

Sin pensarlo camino hasta donde están ellos, cuando llego a su lado pongo delicadamente los uniformes en la mesa.

—  Castigo cumplido mi coronel – le hablé a Jack.

Ellos se quedaron mirando detalladamente cada facción de mi rostro, que seguramente estaba pálido.

—  Buen trabajo novata, puede retirarse —  dijo Jack.

Caminé a unos pasos donde servían la comida y todas las bandejas estaban vacías, parecían recién lavadas.

—  Hola, ¿Qué necesitas? —  preguntó una señora saliendo de detrás del mesón que sostenía las bandejas.

—  Hola, ¿no hay nada de comer? —  pregunté sonriendo.

—  Lo siento niña, ya se acabó toda la comida —  dijo mirándome con pesar.

—  ¿Ninguna fruta? Por favor lo que sea me sirve, si quiere yo se lo pago, no he comido nada desde que me levanté —  hice un puchero.

—  Me convenciste porque eres la primera persona que es amable conmigo en esta pocilga, ya vuelvo veré que puedo encontrar – caminó hasta una puerta y segundos después salió con un chocolate en sus manos.

—  Esto es lo único que hay —  dijo entregándome el chocolate —  también te puedo dar una botella de agua.

Peor es nada.

—  Si, eso estaría muy bien —  agarré el chocolate mientras esperaba a que me diera el agua.

Abrí el chocolate y lo empecé a comer, como si fuera un gran manjar.

—  Toma —  estiró una botella de agua en mi dirección.

—  Muchas gracias, ¿cuánto te debo? —  pregunté.

—  ¡oh no es nada! Por cierto me llamó María ¿y tú? —  preguntó sonriendo.

—  Me llamó Roma un gusto, voy a sentarme para descansar un rato y muchas gracias por el chocolate —  sonreí.

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