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LIZZIE

- Te acompaño.

- Claro, porque con los tres guardias que debés tener en la puerta no basta.

- No hay nadie más en la casa, les dije que se tomaran franco por estos días para poder tener intimidad con vos y que no haya molestias.

Se quedó mirándome por un rato incrédula.

- En serio?

- Sí. Tuve que cerrar la puerta con llave, claro, pero no hay ningún guardia, así que voy con vos por si te sentís mal allá.

La ayudé a levantarse y la tomé por la cintura para acompañarla.

Al llegar al baño se quedó parada en la puerta.

- Puedo ir sola -dijo.

- Segura?

- Sí.

Entró y cerró la puerta detrás de ella. Cuando salió, me tomó del hombro para que la ayudara a ir a la habitación.

-Te sentís bien?

- Un poco cansada, pero solo necesito descansar como ayer a la noche... -sonrió besándome.

- Está bien, me parece un buen plan. Pedí comida para las nueve, así que en un rato tengo que bajar, cuando nos la traigan me saco la remera, dale?

- Bueno...

- Pero vos podés ir haciéndolo ahora.

La dejé en la cama y comencé a sacarle la remera, luego el corpiño. La recosté sobre la cama lentamente y me senté en su cintura poniendo una pierna en cada lado.

- Me parece que le estás tomando el gusto a estar enferma... -dije recorriendo su cuello con mis manos.

- Puede que sí.

- Sabés que me dijeron que quizás obtenga el papel de la película del libro de Los Siete Maridos De Evelyn Hugo?

Era su libro favorito, había esperado mucho para contarle.

- En serio? -dijo sonriendo, estaba más emocionada que yo. Se sentó para poder abrazarme-. Qué emoción, cielo...

- Sí, empezamos a grabar el mes que viene.

- Ay, amor, te felicito, sabía que lo ibas a conseguir. Te amo tanto...

Le acaricié el hombro con mis dedos, lo que le dio un escalofrío.

- Estás bien? -pregunté.

- Sí, solo que te necesito tanto, amor, que me toques, que me mires... Perdón por haberme ido hoy, no debí hacerlo. Vos me cuidás tanto, y yo te lo agradezco de esa manera.

- Meg, está bien, no pasa nada. Quizás, de haber sido yo, me hubiese escapado también.

Sonó el timbre.

- Es la comida, quedate acá acostada que yo bajo.

Cuando volví con la comida, ella estaba viendo la tele con el celular en la mano. Se lo saqué despacio y lo dejé en mi mesa de luz.

- Pensé que esto no era un castigo... -dijo seria.

- No lo es, pero no quiero que comas con el celular, te va a doler la cabeza de tanta pantalla.

Me miró molesta, a lo que le dejé la caja con la comida en sus piernas.

- Es una picada, tiene de todo. No hace falta que la terminemos, pero sí comé.

Esa noche nos quedamos viendo películas y comiendo. Se quedó dormida en mi pecho desnudo mientras le acariciaba la cabeza.

MEGAN

Desperté en la habitación, estaba bien iluminada una ventana enorme. Me alegré cuando vi una mano que me rodeaba la cintura.

- Hola, cielo, cómo estás? -preguntó Elizabeth.

- Amor, me tengo que ir a trabajar -dije tratando de levantarme, pero ella me apretó más hacia su cuerpo, entonces me di cuenta de que estábamos desnudas, no recordaba haber tenido sexo con ella la noche anterior. Por un momento me había olvidado hasta de que estaba enferma.

- Amor, estás enferma, ya pasado mañana vas a poder salir.

- Li, no puedo quedarme encerrada más tiempo.

Sonrió pasando sus manos por mi cintura con su cara muy cerca de la mía.

- Tanto te molesta tenerme a tu lado?

- No es eso, Lizzie, es que quiero salir, necesito vivir fuera de estas paredes.

Al parecer la fiebre había llegado a hacerme confundir tanto y a delirar.

- Qué harías vos en mi caso? Si me hubieses visto con casi 39 de fiebre y vomitando?

- No te dejaría sola ni un segundo, pero te permitiría salir.

Me miró, su semblante se oscureció un poco.

- Meg, no quiero tener que encerrarte con llave. Podés ir por la casa, con eso no tengo problema, pero no me obligues a ejercer sobre vos alguna fuerza mayor que esa.

La observé por un instante pensando en cómo arreglar eso, se me ocurrió cambiar de tema para no amargar el día.

- Y qué hacés si me quiero escapar? -dije sonriendo pícara, Lizzie captó el doble sentido e hizo lo mismo que yo.

- Tendré que atarte... No puedo permitir que te vayas de mí...

- Bueno, entonces me voy, Lizzie, me quiero ir -comenté parándome hasta la puerta. Ella me miró con una media sonrisa, se acercó al cajón de su mesa de luz y tomó unas sogas. Poco a poco caminó hacia mí como si yo fuese una presa y ella debiera cazarme. Se abalanzó sobre mí dándome besos salvajes por el cuello. Suavemente nos tiró a la cama con su cuerpo encima del mío. Sin que me diera cuenta, tomó mis manos y las ató al respaldo de la cama.

- A ver si así aprendés a no escaparte... -agachó la cabeza hasta mi sexo.

Inmediatamente sentí sus manos acariciando mis pliegues. Subió otra vez y metió sus dedos en mi boca, los chupé con fervor. Mientras ella me besaba luego de sacar los dedos de mi boca, sentí cómo acariciaba mi clítoris.

- Estoy cerca -susurré cuando alejo sus labios de los míos.

- No sé si debo dejarte venir... -dijo sonriendo- Quizás te haga esforzarte un poquito más... A no ser que me prometas no escaparte...

Lo dudé un segundo, a lo que ella me miró con el ceño fruncido.

- Está bien.

Entonces comenzó a mover sus dedos más rápido y los sentí dentro de mí. Gemí muy alto mientras ella posaba su mano libre en mi cuello. Acabé en su mano, Elizabeth me besó el cuello.

ELIZABETH OLSENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora