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MEGAN

- Hagamos algo -dije-. Mañana vas a trabajar a las siete, como otros días, volvés para almorzar, te quedás un rato con nosotros y volvés al set. Después volvés a casa tipo seis, entendido?

- Sí, amor, lo que vos quieras -respondió dándome otro beso-. Pero yo quería la casa para la semana que viene...

- Puede esperar eso, Lizz, lo que no puede esperar son tus hijos que te necesitan tanto como yo.

- Está bien...

- La casa es hermosa, y va a estar ahí, cuando termines de trabajar sanamente, nos vamos, dale?

Asintió, sin soltar el agarre de mi cintura. Se tiró hacia atrás abrazándome.

- A dormir? -pregunté.

- Esperá -dijo, volviéndose a sentar-. Podemos bajar así cenás algo?

La miré implorando para que no fuese necesario, pero ella insistió.

- Te vi sintiéndote mal hoy, antes de que habláramos...

- Ésta bien... Vamos.

Bajamos juntas, abajo nos habiámos dejado todo prendido.

- No cerraste la puerta del patio? -pregunté.

- Sí, antes de subir.

- Está abierta.

Me miró inmediatamente, asustada.

- Subí, cerrá la puerta del cuarto de los nenes.

- Me quedo con vos, tiene que estar abajo... A menos que...

Entonces se me heló la sangre al oír el grito de Lila seguido por el de Matías, luego Eva y al final el llanto de Emma.

Vi cómo Lizzie tomaba un cuchillo de la cocina, yo fui hasta el baño donde estaba el botón de pánico, lo toqué, no tardaría en llegar la policía.

Subí corriendo al ver que Lizzie no estaba. La encontré en la puerta del cuarto de los nenes, del otro lado había un hombre con un arma.

- No les hagas nada a ellos, sí? La plata la tenemos nosotras...

- No quiero plata... Quiero a uno de estos nenes...

- De cuánto estamos hablando? Por favor, tenemos todo lo que podrías querer, sólo pedilo sin hacerles daño.

- Mamá, tengo miedo... -dijo Matías que estaba pegado a la pared.

- Me llevo a este -dijo el hombre y tomó al niño por el brazo.

Lila, sin darnos tiempo a pensar, se abalanzó hacia él y le quiso sacar a Matías, pero el hombre dio un tirón y Lila salió disparada hacia un mueble, golpeándose la cabeza.

Mi novia no pudo más y corrió hacia el hombre, al agarrarlo desprevenido lo tiró al piso, se le cayó el arma y soltó a Matías. Lizzie soltó el cuchillo y comenzó a pegarle piñas hombre. Yo corrí hacia Lila.

- Está inconsciente... -dije al tomarla entre mis brazos.

Llegó entonces la policía, tuvieron que sacar a Lizzie que no parecía ella, estaba manchada con la sangre del hombre y tenía las pupilas dilatadas.

- Lila... -dijo cuando se llevaron al hombre.

Vino hacia mí, que la tenía en brazos, pero la policía se acercó también y se la llevaron.

Le temblaban las manos, yo no sabía hacia dónde ir. Mis hijos estaban llorando en una parte del cuarto, Lizzie a punto de entrar en un ataque de pánico y la policía haciendo preguntas.

Llamé a Scar, a ver si ella podía cuidar a Eva y Matías por esa noche, me dijo que sí, que ya mismo iba a casa. Después vino también la mamá de Lizzie, a quien le di menos información que a Scar, y se llevó a Emma. Ninguno estuvo muy convencido de irse, pero Scar siempre fue buena con los nenes y confiaban en ella, y Emma se había calmado cuando se la llevó mi suegra.

Después de que Lizzie se lavara las manos, y que llegara la ambulancia, subimos detrás de Lila, no podíamos dejar de mirarla, no hablamos, sólo nos quedamos calladas mirando a nuestra hija.

Al llegar al hospital, un policía nos dijo que el hombre estaba loco, que no había ido a robar sino a asustarnos, como algo gracioso, pero que estaba mal de la cabeza.

Lizzie estaba callada, pero me agarró la mano al bajar de la ambulancia y no me la soltó más.

Dijeron que Lila debía quedar internada esa noche, que estaba bien pero que necesitaba atención médica para poder despertarse y mejorar.

Nos quedamos en un sillón que había en la habitación donde la dejaron. Lizzie sin soltarme la mano y yo apoyada en su hombro.

- Fuiste muy valiente -dije mirándola-. Cómo saltaste por tus hijos... Gracias a vos están bien...

- La casa debía ser segura... Por eso nos mudamos... Prometo que la casa de la playa sí es segura...

- Está bien, amor.

- Si les hubiese pasado algo... Si te hubiese lastimado a vos o si veía sangre de alguno de los nenes... Lo mataba... Era capaz de matarlo...

La abracé, ella apoyó su cabeza en mi hombro y me aferró fuerte.

- Mamá? -dijo Lila, ambas casi corrimos hacia ella.

- Amor... Está todo bien... -dije tomándole la mano.

- Mis hermanos?

- Están bien, se fueron a la casa de Scar y de la abuela.

Miró las manos de Lizzie, aún tenía rojo, pero eran las marcas que le habían quedado a ella, los moretones.

- Qué pasó? -preguntó Lila.

- Nada, tuve que detener al hombre...

Nuestra hija asintió, llegaron los medicos inmediatamente.

Recién a la mañana siguiente pudimos irnos, decidimos que iríamos directo a la casa de la playa.

En el camino en auto, Lila se durmió, Lizzie manejaba y yo estaba a su lado, con su mano en mi muslo como de costumbre cuando manejaba ella.

- No me olvido que todavía no comiste... -dijo apretándome suavemente la pierna.

- Dejá que traigamos a los nenes, acomodemos todo, y después vemos, sí? -dije sonriéndole.

- Creo que vamos a cambiar el orden de ese plan -respondió y entonces me di cuenta de que había frenado en una estación de servicio-. Abajo, a desayunar.

A mi pesar, bajé. Ella levantó a Lila a upa y la llevó con nosotras adentro.

Como nuestra hija estaba con su remera y un short nada más, tomó su chaqueta grande y la tapó, aún con Lila a upa dormida, con una pierna a cada lado de su cintura.

- Qué querés? -preguntó.

- Un café está bien -dije.

- Un café con un tostado entonces?

Me miró con intención, por lo que asentí.

- Esa es mi chica -dijo sonriéndome y luego miró a la cajera-. Dame dos cafés, un tostado y dos medialunas, por favor, muchas gracias.

ELIZABETH OLSENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora