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LIZZIE

Antes de salir al lugar de la ceremonia, no encontraba a Lila, nosotras iríamos mas tarde, pero ellos tenían que salir ahora. Megan ya estaba ansiosa, por lo que no quería ir a preocuparla más, así que salí yo a buscar a mi hija.

La encontré en la puerta sentada mirando su vestido.

- Amor... me asustaste... no te encontraba -dije realmente aliviada.

Al mirarla a los ojos, noté sus lágrimas y la abracé contra mi pecho y ella apoyó su cabeza en mi hombro.

- Qué pasó?

La sostuve con sus piernas alrededor de mi cintura. Se secó las lágrimas, no parecía poder hablar.

-Contame, princesa...

- Estoy demasiado feliz... y me da miedo largarme a llorar ahí...

Le sonreí sin poder evitar pensar en lo hermosa que estaba y lo mucho que la amaba.

- A caso se puede ser tan tierna? -pregunté, apoyé mi frente sobre la suya para que se centrara en el momento-. No tenés que tener miedo de llorar, amor, seguramente yo voy a llorar y mami también...

- Pero... no sé, no quería que me vieran llorando.

Asentí, le besé la frente y la bajé.

- Llorá si querés, pero a mi lado, sí? Quiero poder abrazarte.

- Te amo, mamá... -yo tenía que contener mis lágrimas porque era demasiado hermoso el momento y ella estaba tan adorable que quería quedarme allí.

- Es tan hermoso ser tu mamá -le dije-. Amo poder decir que sos mi hija...

Me sonrió y entramos. Megan largó un suspiro de alivio al vernos.

- Dónde estaban?! -miró a Lila y se agachó a su altura-. Amor...

- Ya hablé con mamá, estoy bien, no pasa nada... -dijo nuestra hija.

- Está bien... te amo, andá con tus hermanos.

Asintió y se fue.

Megan estaba nerviosa, notaba sus ojos yendo por toda la habitación buscando algún error. Aún estábamos en la casa que alquilamos y el casamiento no sería allí, pero ella quería asegurarse de que todos estuviesen bien.

- Vamos yendo nosotras, quieren que llevemos a alguna de las nenas? -preguntó mi hermana.

- Dale... cuántos entran en su auto?

- Tres más.

- Lleven a Lila, Matías y Eva, gracias...

Ella me sonrió y se fue a buscarlos.

Miré a Megan que miraba a nuestros hijos.

- Va a estar todo bien, Meg.

- Tengo miedo de que algo salga mal...

- Y si sale mal, bueno, ya fue, amor, lo importante es que estamos nosotras y la gente que amamos.

Le pasé una mano por la cintura, aún no nos habíamos puesto la ropa, estábamos de entre casa.

- Vamos arriba a cambiarnos -dije y le di un beso en la frente.

Ella me siguió por detrás a la habitación mientras escuchábamos cómo se iban yendo todos.

- Simón? -preguntó con cara de preocupación.

- Lo lleva tu mamá, a Emma también. Tranquila, amor... -la hice sentarse en la cama y le acaricié la espalda-. Respirá, ahora nos cambiamos y salimos.

Asintió dejándose llevar por mis caricias, cerró los ojos.

- Tenemos tiempo? -preguntó con una sonrisa pícara.

- No estamos casadas todavía, Meg, no podemos tener relaciones sexuales -dije haciéndome la seria.

Ella rió.

- Seguí con los masajes entonces.

Se acostó en la cama boca abajo y yo me senté en su cintura mientras le hacía masajes. Puso su cabeza de costado, parecía estar disfrutando mucho.

Cuando pasé por sus hombros, la escuché gemir, pero no creí que fuese en un gemido hasta que lo repitió, era ahogado pero con ganas de que yo lo escuchara.

- Sabés qué estás haciendo -le advertí.

- Sí, pero sólo masajes, acordate, no estamos casadas -me estaba provocando.

Seguí tratando de contenerme, pero rebalsó el vaso cuando gimió mi nombre.

- Listo, vos te lo buscaste.

Pude ver una sonrisa en su rostro mientras la dejaba de frente a mí.

- No, pero -ponía su mejor cara de víctima, le encantaba ese juego y le encantaba llevarme al límite-, Lizzie, no podemos, si no estamos casadas aún...

Se le salió una sonrisa de costado que me quise arrancar de un beso pero yo también podía jugar su juego.

Me puse de rodillas sobre la cama.

- Bueno, entonces sigamos con masajes -dije.

Le indiqué que se pusiera igual que yo pero encastrando sus piernas con las mías, de modo que su intimidad quedaría rozando mi muslo.

Comencé a masajearle los hombros desde adelante, ella me miraba con curiosidad. De pronto, levanté un poco mas mi pierna y ella sintió el tacto. Se mordió el labio y comenzó a frotarse contra mi lentamente, con una delicadeza que me mataba.

Cuando la vi disfrutar mucho más, me levanté y fui a mi armario.

- Bueno, a cambiarse -dije.

Pero ella juntó su frustración con la calentura y se me acercó, se posó delante mío y la dejé hacer. Tomó mi mano y la llevó a su pecho.

- Mami está muy cansada de que le duelan los pecho por no amamantar, creo que necesita masajes -habló en tercera persona.

MEGAN

Ver la cara de Lizzie me daba ganas de sacarme la ropa allí mismo, pero ella fue la que me dejó con las ganas.

Miró su reloj y luego posó su mano en mi cintura.

- Son las nueve am... tenemos exactamente quince minutos hasta que llegue la maquilladora.

- Son suficientes -dije sonriéndole-. Después, a la noche, vas a tener que seguir, obvio, pero por ahora me alcanzan.

Me levantó del suelo y sentí cómo me estampaba contra la pared buscando profundizar el beso.

Terminé teniendo que agarrarme de las sábanas porque no daba más.

Justo cuando Lizzie estaba trayendo el secador de pelo para secar el colchón, sonó el timbre.

Me miré al espejo y negué con la cabeza.

- Andá vos, yo seco esto y bajo, me tengo que peinar.

Sonrió, me besó y se fue.

ELIZABETH OLSENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora