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LIZZIE

Me alejé para mirarla y vi su cara al darse cuenta.

- Perdiste! -dije.

Ella largó un soplido de frustración.

- Pero...

- No, no, no -la callé-. Perdiste y no hice trampa como vos!

Rió dándose por vencida.

Tiré desde sus piernas hacia mí para tenerla más cerca.

- Decías algo de unas esposas? -dije en su cuello-. Y yo creo que las únicas esposas que van a haber van a estar acá.

Tomé sus muñecas y las acerqué a mi pecho, su cara quedó a centímetros de la mía. La pude ver sonreír de costado, de todas formas obtendría lo que quería.

- A caso crees que vas a salir ganando?

Ella me miró a los ojos y asintió con una sonrisa que me daba ganas de empezar ahora mismo.

La levanté del suelo, ella se agarró a mi cadera con sus piernas. La dejé sobre la cama mientras le besaba todo el camino del cuello hasta su intimidad que sólo rosé por sobre la camisa.

Me acerqué a mi valija y saqué una soga y el strap, pero ella tenía otros planes. Se levantó de la cama y se fue al extremo opuesto de la habitación.

- No me gusta mucho el metal, así que vamos a ir con esto, sí? Te voy a atar las manos con una soga porque no puedo permitir que hagas lo que estás pensando -dije.

- Vos a mí no me tocás -soltó, con una sonrisa que mostrabs las ganas que tenía de que sí lo hiciera.

Tenía aún puesta la camisa que le quedaba demasiado bien para no ser de su talle.

- Si no vas a la cama a la cuenta de tres se va a poner peor -le advertí.

No hizo ademán de moverse.

- Uno... -la sonrisa que se le formaba cuando me desafiaba era lo más hermoso de ella y lo que más ganas me daba de entrar en ella-, dos... tres...

Caminé hacia ella con paso decidido pero ella salió corriendo afuera de la habitación con una risita nerviosa.

Apagó las luces del pasillo, por lo que no sabía dónde se había escondido. Las prendí y comencé a caminar hacia las opciones de escondites

- Cuando te agarre vas a querer haberme hecho caso...

Estaba toda la casa demasiado silenciosa, pero había tres habitaciones en las que podía estar, el baño, el despacho y un cuarto de invitados.

Entré al baño, nada. En el cuarto de invitados busqué hasta dentro del armario, pero nada. Estaba en el despacho, aunque a primera vista parecía vacío, al mirar bien noté sus pies asomándose por debajo del escritorio.

Me acerqué con una sonrisa y sin dejarle tiempo a darse cuenta de lo que pasaba, la cacé desde la camisa y su cintura y la subí a mi hombro.

Ella comenzó a patalear e intentar que la soltara pero ambas sabíamos que no había escapatoria.

Ya en la habitación, la acosté boca arriba y me senté sobre su abdomen para que no pudiera irse. Me costó tomar sus muñecas por todo el movimiento que estaban haciendo, pero las aferré fuerte y até en la cabecera de la cama.

- Vamos a dejar la camisa puesta, pero voy a necesitar desabotonarla.

Le di un beso en los labios mientras desabrochaba los botones, ella se removía por el simple placer de hacerme enojar.

- Esperame acá -dije cuando la tenía expuesta ante mí.

En mi valija tenía todo lo que necesitaba, saqué un jengibre.

Ella me miró extrañada. Lo partí a la mitad y pasé un dedo por la parte que ahora estaba húmeda, ese mismo dedo lo pasé por su intimidad y su respuesta fue un movimiento brusco de caderas para intentar librarse.

- Quema... -dijo volviéndolo a hacer.

- Quieta -respondí agarrando su cadera con una mano para mantenerla quieta-. Sí... así me quema a mí cuando jugás conmigo.

Volví a pasarlo, noté sus manos tirando de la soga.

- Esto en realidad iba a ser un proceso más lento, sabés? Iba a ser delicada, explicarte por qué se siente así, pero vos propusiste ese juego y ahora vas a tener que sentirlo.

Mojé mi pulgar en el jengibre y metí el índice y anular en ella, largó un gemido seguido de otro mas leve cuando apoyé mi pulgar en su clítoris haciendo que sintiera el calor aún más.

Movía sus caderas entre queriendo más y queriendo salir.

- Sabés tu palabra de seguridad -le recordé.

Tiró su cabeza hacia atrás y volvió a gemir cuando comencé a meter y sacar mis dedos.

Con una mano en su abdomen y otra parcialmente dentro suyo, seguí hasta que acabó en mis dedos; entonces me posicioné sobre ella con cada pierna al costado de su cintura.

- Ahora podemos hacer algo más amoroso, si querés -dije antes de darle un beso tierno en los labios.

Estaba a punto de desatarla cuando dijo:

- Eso era todo lo que tenías? -lo preguntó con una nota de soberbia sobreactuada.

- Me estás desafiando otra vez? La última no salió muy bien... -le recordé.

- Es que... pensé que ibas a ser más interesante... digo, un jengibre? Pudo hasta haberlo hecho alguna de mis ex...

Eso bastaba para terminar de desafiarme.

- Ah, sí? Te voy a mostrar algo que tus ex no podían hacer.

Bajé mi cabeza para besarle el cuello y acomodarme hasta su intimidad donde seguía húmeda.

Comencé a hacer lo que ya sabía, dibujé mi nombre con mi lengua.

- Sabés mi nombre, no? -pregunté levantando la cabeza.

- Eh... sí? -dijo confundida.

- Bien, porque vas a terminar gritándolo.

ELIZABETH OLSENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora