Capítulo 24. "Contrato ilegal".

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Narra Jacob

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Narra Jacob.

La vida te hace ser fuerte y frío, te hace querer tener el control de todo lo que te rodea, pero a veces eso es imposible como querer a Jess.

No soy un hombre obsesivo pero sí posesivo.

Jessica es un haz de luz en mi puta oscuridad, me hace sentir lo que es querer,  me devuelve la vida.

Pero yo ha ella, la sumo en mis sombras.
Yo también tengo mi venganza, personal, la diferencia es que yo si se quien es el asesino. Esto lo hago por mi hermano y por mi madre.

Mando cada noche a mi equipo a matar a gente de la mafia y hacer que mi padre pierda poder para cuando esté indefenso atacar.

Pero ahora Jess se mete en mis planes, necesito alejarla de la verdad. Y solo se me ocurre hacerlo desde la cruel mentira.

 
La abrazo por la cintura y la acerco a mí, todos en esa sala suben sus copas de champán brindando por el nuevo noviazgo.

Me da asco tener que hacerlo así. Siento cómo el cuerpo aún dolorido de Jess se tensa y me pide con fuerzas salir de allí para que hablemos. Pero antes debo acabar de hablar con mi padre, no le gusta que le dejen con la palabra en la boca.

No siento a mi padre como padre, ese día que me mencionó la fiesta en su despacho ni siquiera nos tratamos como familia. Sólo jefe superior a jefe que heredará todo lo que se refiere a la empresa, las drogas no.

La empresa es una tapadera para él, para mí es solo trabajo, como economista y financiero, por eso llevo las cuentas, también es porque es mi herencia.

Miro a los ojos de Amelia.

Nos entendemos con las miradas, quiero que se lleve a Jess a salvo a nuestro apartamento mientras yo trato los asuntos con mi padre.

Todos van desapareciendo de la sala, muchos de nuevo a sus casas para seguir engañando a sus mujeres. Detectaba la hipocresía y la falsedad del ambiente, pero tocaba aguantar. Cuando no quedó ni una mosca me fui al despacho de la casa a esperarle. Sabía lo que estaba apunto de hacer.
 
—Bien hijo, me alegro que esperaras para acabar de hablar —dice desde la puerta.

—No tenía más remedio ¿no crees? —digo irónico.

—He llamado al abogado, va a venir en media hora.

—De acuerdo, ¿Whisky? —digo señalando una de las botellas.

—Un trago, mi hijo va a casarse —dice entre risas.

—No te interesa nada que me case, ni siquiera esperas que acabe con ella —digo echando una copa.

—Me conoces bien, si esa puta pusiera en peligro todo nuestro trabajo la mataré— dice echándose otro trago—. Es un riesgo,  tu futura esposa, a ver si compartes.

—No has cambiado nada, pensaba que tu mujer te había cambiado—digo haciendo caso omiso a lo último.

—¿Cuándo lo has descubierto?, estoy enamorado de ella pero eso no implica que siga vendiendo droga. Ella no lo sabe, así está mejor —dice con risas secas.
 
El punto débil de mi padre era esa mujer, pero seguía poniendo cuernos y engañando.
 
—Lo descubrí el otro día en tú despacho—digo muy serio.

—¿Creías que me podías engañar?, sabía que buscarías respuestas, y aquí las tienes. Te enseñé todo, por eso has accedido a casarte con ella aunque sea con estas condiciones, porque la quieres solo para ti y ya. No te diferencias de mí hijo.

—Yo no soy tan hijo de puta como tú. Dime las condiciones de una puta vez. Tengo que irme —digo cortándole en seco.
 
El abogado de mi padre entra en el despacho, me lee el contrato de bodas. Sinceramente era el mayor error que estaba cometiendo, estaba rebajándome al hombre que tuvo los huevos de darme esta vida.

Simplemente era un contrato ilegal, estaba el de matrimonio normal, el que haría sí o sí por que realmente me quería casar con ella, y luego un contrato de no boda que era el que me daban ellos en el que si Jessica me dejaba todo lo que tuviera ella en toda su larga vida pasaría a mí, la dejaría sin nada. Todas esas palabras camufladas con un título de matrimonio. Pero solo trataba de un contrato de que todos sus bienes serían míos.
 
Tuve que acceder pero yo no quería nada de ella, es más, la quería dar todo yo a ella.

La única opción de hacerle firmar dos papeles y sin que estuviera mi padre era que mi abogado llegara con un contrato de matrimonio oficial después de la boda y ante los ojos de todos sí que estaríamos casados.

Mi padre sobornaría al cura de la familia y entregaría ese papel de mierda y un engaño a Jessica y a mí para firmar, ella creerá que está casada conmigo y mi padre creerá que no. Por eso llendo al coche para largarme de ese sucio sitio llamo a mi abogado para que me redacte un contrato matrimonial, que le haría firmar a Jess con cualquier excusa.
 
Llegué al apartamento, fui directo a su cuarto, dormía plácidamente, la di un beso en la frente y me fui en busca de Amelia.
 
—¿Qué coño ha pasado con tú padre? —pregunta impaciente.

—La quiere usar, y si no hago lo que me dice la matará, sabe que estoy enamorado de ella.

—Al fin lo admites amigo, y sabes que no pasará, le mataremos primero.

—Jessica no puede enterarse o se ira para siempre y querrá también mi cabeza por engañarla y la perderé.

Mis lágrimas caen, la rabia se apodera de mí. Voy a perder a lo que más he querido en mi vida. Por primera vez en años lloro delante de las dos mujeres que de verdad he querido. La diferencia es que a Jessica la amo.

—Debes decirla la verdad, antes que lo descubra ella sola y seas el primero en caer. Cuéntale tus planes. Y destruiremos lo que tanto daño te hace.

—No puedo contarla la verdad, la pondría en peligro.

—Ella es fuerte —dice mientras se levanta— ahora déjame descansar.

—Descubre las cosas de Oliver y todo lo relacionado con Jess lo dejo en tus manos —digo mientras salgo del cuarto.
 
Y allí en medio de la noche, sé que tengo una semana para enamorar a Jess, nos vamos casar sí o sí. Es la mujer de mi vida.
 
Me meto bajo el agua y empiezo a imaginarla abrazándome por detrás. Se me pone dura.

¡Mierda! lo que me faltaba.

No quiero tocármela así que cambio el agua a fría, y me congela la piel. Sufro a cada gota que se resbala por mi cuerpo, pero yo soy más frío. Cuando acabo de ducharme acabo durmiendo con un ojo abierto, siempre lo hacía. Corro más peligro ahora del que admito.

 Corro más peligro ahora del que admito

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