Capítulo 25. "Hasta que la muerte nos separe".

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Narra Jessica

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Narra Jessica.


Dicen que el amor nos salva, es como un paracaídas. En mi caso me salvó la vida.

Y ahora tenía en mi dedo un anillo de diamantes que confirmaba que me iba a casar. Y todo contra mi voluntad, no entendía nada.

Cada vez me alejaba más de saber la verdad, me estaba encerrado en el dolor de estar sometida, de ser un títere que movía a los antojos de los seres humanos.

La bronca con Jacob se fue de mis manos, nos separamos la mitad de los días antes de volverme a casar.

En cambio Amelia buscaba información y sí que se estaba implicando en el caso.

Obviamente sabía que Amelia tenía más razones que sólo ayudarme, pero no quería saberlo, ni si iba acabar destrozándome.

En una semana me casaba y no tenía más opciones que aceptar mi nueva vida, aceptar que iba a acabar con un hombre que tenía una buena polla pero ya está.

Tenía el trauma dentro de él, no le podía cambiar, siempre haciendo lo que su papá le ordene, a veces pienso que sí que soy esa mujer que le salvará de su tragedia.
 
Debo de confesar que no sabía lo que sentía por Jacob, pero mirándo en positivo podía beneficiarme de todo esto con todo el dinero que ganaba y follar con él sería un buen intercambio. Pero el dinero era lo de menos, porque él accedía a pagármelo todo.
 
Escuché golpes y sollozos, provenían de la habitación de Jacob. Eran las cuatro y media de la madrugada. Sabía que no debja meterme en sus asuntos e ir a la habitación, pero necesitaba saber qué cojones le pasaba y por qué esos ruidos me habían despertado. Sabia que Amelia dormía en una habitación de invitados a la otra punta de la habitación de éste y ahí no se escuchaba ni un ruido. Mi habitación estaba en medio justo en frente de su cuarto.

Toco la puerta con miedo. Un cuerpo semidesnudo aparece en mi vista. Solo llevaba sus calzoncillos. Estaba exponiendo toda su musculatura que tanto me ponía. En su cara se veía lágrimas secas y los ojos rojos. Nos quedamos unos segundos mirándonos en silencio.

—¿Qué haces aquí? —pregunta con voz baja y ronca.

—Tus golpes me han despertado, quería saber si estás bien —digo calmadamente.

—Nada está bien pequeña—dice saliendo más de la puerta—. Acompáñame, vamos a otra habitación para hablar sin despertar a Amelia— dice agarrándome de la mano.

Llegamos al sitio, nos tumbamos en la cama de lado mirándonos de frente. Es otra habitación, la más alejada es la más pequeña que he visto hasta ahora y es clara.

—Tenemos una semana para que quieras casarte voluntariamente conmigo —dice con tono suave.

—¿Es por eso que estás tan alterado? —digo sacándole del todo las lágrimas.

Pasión llena de venganza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora