Capítulo 3. "Rota y hundida".

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Narra Jessica.

Dicen que a veces es bueno sentir dolor, hace sentir que eres humano, que vives, pero es absurdo porque el dolor me hace sentirme tan muerta.

Empieza a llover, abrazada a ese chico que me ha salvado unos minutos del peso de mi alma.

—Lo digo enserio móntate en el coche te llevo a tú casa —dice separándo mi cuerpo de él.

—Iré andando, me vendrá bien para despejarme.

Me seco las lágrimas y me doy la vuelta dispuesta a marcharme.

—Está lloviendo, no creas que te voy a dejar ir así —dice dándo la vuelta.

—No tienes porque ayudarme tanto, ni siquiera me conoces.

—Déjame conocerte, acéptalo no te vas a arrepentir —dice ahogando la voz.

Sin duda era un hombre guapo, por su forma de vestir, el coche tan elegante y un chofer, deducí que estaba ante un chico joven millonario. Un chico que a pesar de tener mil cosas que hacer se paró para salvarme la vida.

¿Merecía la pena conocer a otra persona?.

Debía dejar atrás todo lo mal que me sentía.

Estaba rota y hundida, no tenía a nadie. Después de todo el dolor que la muerte de Oliver me hizo sentir, merecía ser feliz, yo estaba viva, aunque me sintiera muerta. Merecía rehacer mi vida, y necesitaba más que nunca compañía, darle la oportunidad a la persona que me ha salvado la vida era un paso a dejar de una vez el pasado atrás y dejarme de ahogar. Pero nunca dejaría de buscar al culpable de la muerte tan trágica que tuvo mi único amor. Haría justicia, en forma de venganza. Y sí o sí aprisionaría al culpable.

—Está bien, acepto. Pero solo el que me lleves a mi apartamento. No me apetece calarme, bastante calada estoy ya.

—Está bien, paso a paso cabezota pero estoy seguro que de aquí a tú hogar te convezco para que nos veamos más.

—¿Me estas tirando fichas? —enarco las cejas.

—Puede —abre la puerta del coche y me invita a pasar.

Me monto en el coche y doy una dirección más próxima no le iba a confiar a un extraño mi verdadera ubicación. En los primeros minutos del trayecto hubo silencio. 

—Algún día debes contarme porque una chica como tú quiso quitarse la vida.

—Y algún día me tienes que decir porque paraste, salvaste y tiraste fichas a una chica con menos economía que tú.

—No me hagas reír, yo soy un tío legal y decente de 25 años exactamente, suerte tuve de vivir en una familia rica pero créeme  el dinero no es lo que me llama. Eres bellísima.

—¿Y que es lo que te llama? —digo arrogante.

—Ya hemos llegado —dice el chófer.

—Me parece a mí que ya se acabo nuestra conversación. Si quieres saber más aquí tienes mi número. Háblame cuando quieras y te respondo a la pregunta —me da una tarjeta.

El chofer me abre la puerta sin mas palabras que un “adiós y gracias”. Salgo corriendo a mi apartamento, que esta a tres bloques de allí.

 

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