36. Carrera de caballos

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Lara y Lysandra se miraron extrañadas por lo que había dicho el príncipe de Aerionis

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Lara y Lysandra se miraron extrañadas por lo que había dicho el príncipe de Aerionis. Además de que las pretendía a las dos, haciéndoles ojos. Mas, ambas lo ignoraron al joven señor de las tierras frescas del oeste, porque su corazón estaba ocupado por otros dueños.

Hercus solo acompañó a beber el joven señor del oeste, ya que estaba muy borracho. No tenía intenciones de desposar a ninguna otra mujer, porque ya estaba casada. Y era imposible para un plebeyo estar con la realeza.

—Si yo quiero, te puedo convertir en Lord o Marqués —dijo el príncipe Lars, ebrio—. Así serás un noble y podrás pedir la mano de mi hermana.

Los sirvientes del joven señor se lo llevaron, debido a que estaba haciendo un pequeño escándalo. A mirada de su hermana, lo guiaron a sus aposentos. Hercus degustó de la comida ese día con más placer. Debía reponer sus energías paras las siguientes competencias. En la cuarta mañana, los espectadores se dirigieron al hipódromo de hielo, donde se llevaría a cabo la última prueba individual. Luego vendrían los juegos por el equipo y para la parte final del torneo serían las arenas, en donde se libraban los feroces combates en el que se conocería a los ganadores del torneo de la gloria.

En el helado hipódromo, la tensión y la emoción estaban en su punto álgido mientras se desarrollaban las fases clasificatorias de la carrera de caballos. El crujir de la tierra en las pezuñas resonaba en el aire, creando una melodía de competencia en medio del gélido escenario. En la primera ronda, la princesa Lisene Wind, con su magnífico y gigante corcel blanco, arropado con una silla impecable, llamada Vendaval, dejó boquiabierto al público con su belleza y destreza. El viento jugaba con las crines de Vendaval, mientras Lisene demostraba una conexión extraordinaria con su noble compañero de cuatro patas. Atravesaron la pista con velocidad y elegancia, marcando un tiempo que la audiencia recordaría.

En la siguiente ronda clasificatoria, Hercus emergió como un torbellino en el campo de batalla helado. Montaba a su ya conocido Galand, el pardo, el rompedor, su fiel caballo marrón, demostró una combinación de fuerza y agilidad que dejó perplejos a los espectadores. El dúo cruzó la línea de meta con una velocidad impresionante, estableciendo un desafío claro para aquellos que aspiraban a derrotarlos. Así, los mejores siete de cada encuentro se verían en la gran final, que se llevaría a cabo en la tarde. Las personas, expectantes, esperaban la lucha entre la princesa del aire, la bruja de viento que había arrasado en tiro con arco, mientras que Hercus había dominado en cada de las competencias en que había participado.

Galand era paseado en un corral, mientras recibía los mejores bocadillos. Ya había sido el caballo campeón de las justas y ahora peleaba por ser el más veloz. Las horas pasaron. En esta contienda los participantes podían usar armas y derribar al jinete, lo que terminaría en su eliminación. Los caballeros y nobles se colocaron de acuerdo para tumbar a Hercus. Mientras que la princesa Lisene Wind se mantuvo fuera de estas negociaciones. Eran los dos combatientes predilectos a ver. Su alteza real, Lisene Wind con Vendaval, y Hercus con Galand estaban destinados a enfrentarse en un duelo épico que definiría al campeón de la carrera de caballos en este torneo de gloria.

EL HIELO DE LA REINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora