75. Los rostros bajo el gorro

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—No sé qué te hicieron esos encapuchados que hasta los defiendes, es como si te fueran hechizado... No, no me digas, ¿son brujos? Y yo que solo me he estado burlando de ellos, ahora me lanzaran un maleficio. Me convertirán en un animal. —Warren comenzó a hablar sin detenerse, diciendo en qué lo convertirían los brujos.

—Warren. No te preocupes por eso —comentó Hercus.

Warren soltó un suspiro con la mano pegada en su pecho.

—Lo hubieras dicho antes, ya me estaba muriendo del miedo. Cambiando de tema, ¿dónde vas a dormir?

El alojamiento que le dio la reina Melania fue para su recuperación y ya casi estaba sanado del todo. Estaba muy agradecido con ella, pero ahora debe valerse por sus propios recursos.

—No tengo donde quedarme —respondió Hercus con tranquilidad.

—Entonces, está decidido. Vayamos todos a la misma estancia. Hay que fortalecer nuestros vínculos, comentó Warren de manera animada.

Los cuatro llegaron hasta una posada de dos pisos, bastante agradable y con buen diseño. Warren fue el primero en irse a su cuarto, luego Godos y después Fedel se dirigieron al suyo. Así que solo faltaba Hercus.

—Quisiera dos habitaciones: una que tenga una solo cama y otra que tenga dos.

—Las habitaciones con una sola cama cuestan tres monedas de bronce y con dos camas serían... —Hercus sacó una moneda de plata y la mostró entre sus dedos.

—¿Esto es suficiente?

—Por supuesto que es suficiente. Tome las llaves de sus dos habitaciones.

—Dos amigos míos se retrasaron. Esta llave es para ellos, entréguesela cuando lleguen. Los reconocerá de inmediato, son quienes llevan unas capuchas.

—Por supuesto, serán bienvenidos y se las entregaré. Pero creo que no habrá necesidad de hacerlo. Son ellos, ¿no? —El posadero dirigió su mirada hacia la entrada—. Puede entregársela usted mis...

—Sí, ellos son y, haga lo que le he dicho

Hercus empezó a caminar por el corredor de la posada. Sintió cómo los pasos combinados lo comenzaban a seguir.

—Espera... —Hercus escuchó por primera vez la voz de una de ellas—. ¿Puedes venir un momento?

Los tres se dirigieron al cuarto y entraron. Ellas procedieron a bajarse las capuchas y tal como había previsto, la segunda también era mujer. Su cabello parecía ser rojizo y sus ojos eran de azul claro.

—Antes que nada, debemos agradecerte por lo que hizo por nosotras en la taberna. Gracias a ti nos ahorramos algunos problemas —dijo la mujer de cabello rojo.

—Y también por no contarle a nadie que somos mujeres —dijo la otra muchacha de cabello albino.

—No tienen de qué agradecerme. Pueden estar tranquilas.

—Por cierto. Mucho gusto, mi nombre es Darlene

—Lizeth, ese es mi nombre —dijo la albina con afecto en su mirada.

—El mío es H...

—Hercus de Glories. El gran campeón. ¿No nos recuerdas? —dijo Lis, interrumpiéndolo. Hercus frunció el ceño—. En los juegos de la gloria, en la primera carrera y en asalto a la torre.

—¿Ustedes eran esas dos personas? —pregunto Hercus un poco animado, por haberse encontrado con otros participantes del torneo.

—Sí. Nosotras fuimos —dijo Lis con una sonrisa en su rostro—. Es un gusto volver a verte.

EL HIELO DE LA REINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora