52. Hercus Vs. Lisene Wind

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Hercus despertó de su sueño. Tenía sus brazos extendidos en el aire, como si estuviera abrazando a alguien. Aunque fuera una ilusión, en sus extremidades sí parecía que había estado rodeando a una persona. Pero ahí no había nadie. Solo estaba su hermano, Heos y Gleus, que se mantenían tranquilos, sin dar señal de que nadie hubiera entrado a la recámara. Sier fue quien voló de forma sigilosa a la ventana y se había quedado allí. Además de que sus ojos habían derramado lágrimas de verdad. Había sentido toda la angustia del pasado. Su corazón y su torso estaban afligidos por recordar aquel momento angustiante que había vivido. Se percató de que aún tenía una deuda enorme con aquella médica que había atendido a su padre solo por una moneda de cobre y una flor. Suspiró mientras despertada. Al secarse los ojos, tocó su cabello. Estaba frío y un poco escarchado. No sabía qué había ocurrido, en tanto estaba descansando. Se levantó a revisar a su hermano. Le tocó la frente con el reverso de su mano diestra. Si no hubiera sido por aquella extraña de blanco, Herick no habría nacido. Estaba en deuda con la mujer médica y no le alcanzaría la vida, ni reuniendo toda la fortuna en oro y plata para agradecerle. Después de aquel día, más nunca se había encontrado con ella. Era como si hubiera desaparecido. Preguntó a los guardias sobre la médica, pero ellos solo lo ignoraban. Y jamás había podido ingresar a la ciudad real, por lo que no había tenido la oportunidad de agradecerle de nuevo. Debido a la conmoción de los juegos de la gloria y al pasar los años, había olvidado su misión de encontrarla. Aprovecharía los pocos días que quedaban para investigar sobre ella. Tocaron a la puerta de a recámara y acto seguida entró Lady Zelara, que era la comandante de los escoltas de la reina Hileane y de la princesa Hilianis. Eran seguidos por la princesa Lisene Wind y su escuadrón personal de Aerionis del oeste.

—Hemos venido a trasladarlos a un cuarto que ha dispuesto su majestad para ustedes dos —dijo Lady Zelara—. Llévenlo.

Hercus no había intercambiado palabra con Lady Zelara. Solo la había visto desde lejos y en esa oportunidad tampoco cruzaron diálogo. Una de esas enormes guardianas cargó a Herick en brazos con mucha facilidad junto con Gleus, y desalojaron el cuarto. Él se quedó unos minutos más. Le rindió respeto a la joven señora Lisene Wind por haberle dado una habitación a su hermano y al haberlo tratado con tantos médicos, sin pedir nada a cambio. No como aquel señor de cuando era un niño que lo había dejado tirado en el suelo, sin ninguna posibilidad de ayudarlo.

—Gracias por todo, princesa —dijo Hercus con serenidad. Era su rival en el campo de batalla, pero no su enemiga.

Hercus pasó por el lado de ella, en compañía de Heos, que se mantenía cerca de él.

—De nada —dijo la princesa Lisene Wind, convirtiéndose en la primera vez que le oía la con un su acento propio del oeste.

Hercus se detuvo al escucharla. Inclinó su cabeza hacia arriba y siguió caminando, en tanto realizaba un gesto de tranquilidad. Pensó que ella lo odiaba por lo que había sucedido al finalizar la carrera de cabellos. Pero era una bruja más accesible y tranquila que Earendil Water y que su suborena, Hileane Hail. Había un ambiente tenso entre ellos. Sin embargo, se mostraría lo más respetuoso con la joven alteza del oeste, por no haber tomado afrenta contra él. Avanzaba por los pasillos, en el que las numerosas ventanas daban claridad al sitio. Había mesitas y jarrones con flores, cuadros con pinturas y una elaborada decoración. Llegó hasta sus nuevos aposentos, que era más grande y lujoso que en donde se había estado quedando.

—Considere este cambio por haber llegado a la final. Es lo que manda a decir mi gran señora —dijo Lady Zelara y se marchó con su séquito sin decir más nada.

Hercus estuvo un rato más en la recámara y salió cuando se acercaba la hora de su combate. Haber tenido ese sueño y al ver el estado de su hermano lo hizo poner sensible y melancólico. Se tomó un momento para ir al gremio de los médicos. Más tarde se dirigió coliseo, pensativo. Había demasiadas cosas que a pesar de ser un adulto no podía explicar, ni entender cómo había ocurrido. No era tan diferente de cuando era un niño. Las calles de la ciudad real eran muchas y era muy factible que la mayoría se perdiera. Por suerte tenía su rastreador Heos, que le indicaba la dirección correcta. Al llegar, fue saludado por Lord Warner y un grupo de nobles de muchachas y chicos que se habían vuelto sus seguidores. Lo aplaudiero con emoción por su destacada participación en el torneo. Entró por el túnel de las paredes de hielo. El eco de sus pasos era sonoro. La luz al final del final significaba que cada vez estaba más cerca de poder declarar las últimas palabras de sus padres y de su deseo a la monarca que tanto veneraba y respetaba. La multitud era inmensa y cada puesto estaba ocupado por los espectadores. Su imagen se enseñó en los espejos, haciendo muestra de sus escenas sobresalientes a lo largo de los juegos de la gloria. Además, su nombre fue coreado por la gente de muchos reinos.

—¡Hercus! ¡Hercus! ¡Hercus! —Era dicho por el público en diferentes acentos.

Hercus miró hacia el trono de su majestad. Con la mandíbula tensada le hizo una reverencia. Luego de esto, apareció en una humarada blanca la princesa Lisene Wind e hizo su presentación con su arco lanzando flechas blancas hacia el cielo que de nuevo aparecían en su carcaj. Le rindió respeto a ella también, ya que era de la realeza y porque le caía bien.

—Empiecen. —Los tambores y cuernos resonaron en el coliseo de forma épica.

Hercus movió su cuerpo hacia la derecha para esquivar un dardo de la princesa Lisene, que le había disparado sin ningún titubeo. Intercambiaron miradas y asintieron, como si hubieran acordado un enfrentamiento con todo su ánimo. Empezó a correr hacia ella, mientras que la joven alteza llevaba su diestra a su dorso para tomar la siguiente flecha. Se giró sobre sí mismo en medio de la carrera para eludir el nuevo ataque. Acto seguido solo se dio la vuelta y se quedó en línea recta, haciendo que la saeta se clavara en su escudo y luego avanzó con determinación. Al estar cerca de la bruja de viento, su cara estaba justo al frente de la punta de la flecha que estaba por ser arrojada directo a su cara. Apartó el rostro y bajó su cuerpo con ligereza, debido a la altura que ella tenía, además que flotaba encima del piso, provocando que el dardo pasara por encima de su hombro derecho. Llevó su diestra para golpearla el vientre. Pero ella también era muy había y lo evitó con una maniobra destacada, como si fuera un torbellino y le intentó golpear con el codo. Mas, se defendió con su musculo y le propinó un golpe con la izquierda, a lo que la princesa se encorvó hacia atrás, se apoyó como si hubiera un piso invisible para ella y evitó que acertara. Era el primer combate donde se sentía igualado y hasta superado por su contrincante. Sin embargo, él también se había estado conteniendo un poco para no lastimar a los demás, ya que estaba prohibido matar. Si era una de las poderosas brujas de la profecía, entonces, podría aumentar el nivel, para estar ser capaz de derrotarla. A pesar de que la princese Lisene Wind parecía más refinada y noble. En realidad, era una diestra guerrera. Se había dejado engañar con levedad por su apariencia blanca y pura.

Hercus sacó su escudo y su espada. Los dos se atacaron por varias horas y las banderas se acumulaba. Era porque ella era muy ligera y hábil, logrando evitar cada una de sus estocadas. Al mismo tiempo él se resguardaba con su rodela y a veces desviaba los dardos con la hoja de su arma. Era demasiado rápido. Si quería vencerla solo había una manera, necesitaba inmovilizarla, porque la princesa Lisene se movía como el viento y era demasiado escurridiza. Arrojó su defensa y su ataque en el suelo de cristal. El enfoque para derrotarla era distinto a los demás rivales. Era más parecido a cómo había logrado detener a la señora Earendil Water. Por consiguiente, debía tocar a la realeza y someterla. Con la bruja de agua había sido más aceptable, ya que en las tribus del este no había una familia real como tal. Lo que iba a hacer haría que se ganara y aumentara el odio de los demás nobles por él, debido a sus actos irrespetuosos contra ellos. Además, que ya había hecho contacto físico con la princesa Lisene Wind en la carrera cuando cayeron de los caballos, por lo que quería evitarlo a como fuera posible. Pero ahora, el único medio para neutralizarla era haciéndolo de nuevo. Suspiró con resignación. En su tacto revivió aquella sensación blanda. ¿Era en serio? Lo mejor era rendirse. Mas, había llegado lejos y era la esperanza del pueblo de Honor para convertirse en el ganador de los juegos de la gloria y no debía abandonar por alfo como eso. Tensó la mandíbula. No buscaba tocarla de mala manera, solo había sido un accidente y estaba en medio de una batalla, por loque debía dar todo de sí para alcanzar la victoria. Presto con su decisión se arrojó en dirección de la joven alteza albina, evadiendo cada una de sus flechas. Amagó que le iba dar un golpe como lo había hecho al principio. Sin embargo, cuando ella intentó eludirlo, la agarró por la muñeca y la jaló con fuerza, haciendo que ella se acercara él de espaldas. Extendió su pierna diestra en la dos de ellas para hacerla caer. Entonces, en todos los días que se habían celebrado el torneo, por primera vez la princesa Lisene Wind estaba tocando el piso de manera directa. Se puso de rodillas, estando con ligereza sentado sobre el vientre, mientras el brazo zurdo le presionaba el cuello, para que no levantara. Con la derecha, en un veloz movimiento desenvainó su daga y se le puso al lado de la cabeza. Aquellos ojos todo de blancos y brillantes, con solo un pequeño punto oscuro en medio lo miraban de una manera intensa. Ella debía rendirse, para poder avanzar. Estuvieron así algunos minutos, hasta que la princesa alzó su diestra, para manifestar que había perdido.

—El ganador de este encuentro y quien avanza a la final del camino de su majestad, la reina Hileane Hail, es Hercus de Glories —dijo el pregonero. Su anuncio fue traducido por los cuernos de cristal.

EL HIELO DE LA REINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora