76. Identidad al descubierto

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Estaban en el campo de entrenamiento.

—Bien señores. Hoy tendremos práctica con arco. Veamos su puntería —dijo Lord Uxío, y cada uno agarró uno para hacer sus lanzamientos.

En ambos lados del campo había pedazos de tablas sostenidas por palos de madera, las cuales tenían dibujados círculos a su alrededor y uno más pequeño justo en el centro. Quince y quince, de forma que ninguno esperaría para tirar y todos lo harían al tiempo.

Hercus se encontraba de primero en la fila de la izquierda, luego Lis, Warren, Darlene, Arcier y al final Godos.

—Preparados. —Esta vez el que habló fue Sir Neilos y todos extendieron sus brazos hacia atrás listos para iniciar—. Fuego.

Hercus abrió su mano y dejó que la flecha saliera impulsada por la cuerda, impactando justo en el centro. Miró hacia el tablero de los demás y vio dónde quedaron clavadas sus flechas. Lis, también en el centro; Warren, un poco desviado; Darlene, desviada, pero más cerca que Warren; Arcier, justo en el blanco, y Godos, cuya flecha ni siquiera había dado en el pedazo de tabla. Lis levantó con agilidad su arco y esbozó una linda sonrisa. Sus habilidades eran asombrosas. En lo único que Hercus podría decir que podría superarla es en fuerza, ella gozaba de suma destreza en los demás aspectos.

—Bien, ahora sabemos quiénes son los que saben manejar y poseen la puntería necesaria para portar un arco —dijo Lord Uxío después de haber realizado varios disparos—. Ahora solo los diez que lograron acertar en el blanco podrán seguir tirando y los que logren dar en el centro, al menos tres veces, serán escogidos como los más destacados. Por supuesto, ahora subirá el nivel de dificultad.

Lord Uxío alzó su brazo al cielo y aparecieron tres caballeros montando sus corceles, mientras de un lado sostenían un escudo de madera en forma circular, los cuales tenían los dibujos de los blancos. En su grupo solo pasaron: Lis, Arcier, Darlene y él.

—¿Qué? ¿Eso es todo lo que pueden hacer? Pensé que eran más capaces —mencionó Sir Neilos debido a que siete de los que habían pasado no lograron obtener el premio, pues no acertaron en la parte central del escudo las tres veces. Algunos una vez y otros dos.

La siguiente en pasar fue Lis, quien, como había mostrado con anterioridad, era muy competitiva y lograba acertar en los tres blancos. El turno de Hercus era el próximo y ya estaba preparado con su aljaba en la espalda, que tenía con exactitud tres flechas. Se paró en mitad del campo mientras ellos cabalgaban a su alrededor, cada uno separado y guardando una considerable distancia. Sostenía el arco con su mano izquierda y la otra la llevaba a su espalda. Tomó una de las flechas pero sin sacarla del carcaj.

Sir Neilos dio la orden para empezar. Hercus levantó la flecha y la acomodó en el arco, estiró la cuerda hacia atrás mientras apuntaba y esperaba el momento indicado para tirar. Empezó a mover los brazos siguiendo el movimiento de los caballos. Antes de soltar la cuerda, apuntó unos centímetros más adelante y la flecha pegó justo en el centro. De inmediato agarró la segunda y después la tercera flecha, acertando en los dos blancos restantes.

—Ese es mi Hercus —comentó Warren con diversión, mientras Godos solo apretaba su puño y asentía con la cabeza.

—Ahora verán por qué el arco es mi especialidad —dijo Arcier con mucha seguridad y con una sonrisa de superioridad.

Arcier acomodó las tres flechas en cada espacio entre sus dedos antes de tirar. Sir Neilos le dio la orden y él sacó las flechas, sacándolas en una sola oportunidad. Luego ajustó el arco en forma horizontal y todos los presentes vieron cómo salía un dardo detrás de otro, liberándolas, solo moviendo con ligereza los dedos hacia un lado y todas quedaron incrustadas justo en el centro.

EL HIELO DE LA REINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora