55. Hercus Vs. Earendil Water

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Herick soltó un grito de júbilo, lleno de emoción. Las lágrimas brotaron de sus ojos al haber ganado el camino de la princesa Hilianis. Sus piernas flaqueaban y sus brazos le dolían. Aun así, logró caminar para acercarse al trono, donde estaba sentada la joven alteza en la parte superior de los observadores más privilegiados del coliseo. Se puso de rodillas y ofreció su arma con ambas manos hacia ella. Su corazón estaba enardecido de alegría y felicidad por poder cortejarla. Después de la reina, por supuesto, ella era la más importante.

Hercus moldeó una sonrisa grata al ver la emotividad de su hermano. Contempló con la princesa Hilianis apareció en la parte baja del coliseo al ser abrigada por una nube de escarcha blanca. La reina Hileane había colocado a su hija allí, para que tomara el tributo que le ofrecía Herick y tal cual lo hizo. Estaba feliz de que él estuviera así de feliz. Otra de sus motivaciones y edictos de sus ascendientes era que debía protegerlo. Sus ojos se cristalizaron de sus sentimientos. Por un corto instante vio a sus padres a los lados de Herick, cada uno con una mano posada en los hombros. Ellos habían contemplado el triunfo, estaba seguro de eso.

—El primer ganado de los juegos de la gloria es Herick, quien se ha hecho con la victoria del camino de la joven señora, Hilianis Hail —dijo el pregonero con entusiasmo—. Felicidades al vencedor. Ahora deberá esperar rival entre la siguiente batalla para conocer al gran campeón del torneo.

Herick recibió aplausos de la multitud que estaba ubicada en cada parte del coliseo. Intentó colocarse de pie, pero cayó de nuevo hincado. Estaba tan agotado que podría quedarse allí dormido en el suelo.

—Apóyate en mí —dijo la princesa Hilianis Hail, que se acercó al joven campesino y tomó el brazo derecho de él, lo puso sobre sus hombros para ayudarlo.

Herick se asustó y se espantó al estar tocando a la princesa. Por el amor a los espíritus, ella era de la realeza. ¿Cómo podía contemplar siquiera rozarlo? Estaba sucio y sudado por su pelea. Sentía tanta pena que podría morir.

—Yo no soy...

—Eres el campeón que ha elegido luchar por mí —dijo la joven alteza rubia de ojos verdes y traje majestuoso de azul—. Considéralo parte de tu premio.

Herick se quedó pensado un instante. Al estar así de próximos el perfume de la princesa ingresó por sus fosas nasales y pudo apreciar el hermoso rostro perfilado de su joven señora. De cerca era más hermosa. Era la hija de una bruja de la profecía, por lo que cada la magia le había hecho demasiado preciosa.

—Que bella —susurró con bajo de voz. Asintió con su cabeza y se ayudó de la princesa. Pronto los guardias lo estuvieron rodeando, pero para escoltarlos hacia los aposentos.

Herick no se olvidó de su hermano. Pasó junto a él y extendió su puño hacia él. Era el siguiente y si ganaba, los dos serían los campeones de los aclamados juegos de la gloria. Él iba a vencer, lo sabía. No había conocido a un guerrero tan completo y abrumador. Aunque tuviera que enfrentar esa fuerte y poderosa bruja de agua

Hercus chocó la mano de su hermano y entendió su motivación, sin que él le dijera nada. Suspiró hondo y se preparó para su combate. Avanzó en el coliseo y ascendió por las escaleras de la tarima de cristal. Su imagen fue enfocada en los espejos flotantes. Se mostraban algunas escenas de sus hazañas en las distintas pruebas en la que había participado.

—El competidor más destacado de los juegos de la gloria que, incluso, se hizo ganar el elogio de nuestra venerada soberana...

—¡Hercus! Hercus! ¡Hercus! —El pregonero fue interrumpido por la multitud que lo aclamaba.

Hercus hizo reverencia a su monarca y luego su presentación. Al terminar, observó como apareció debajo del piso Earendil Water. El cuerpo era translúcido y se podía ver a través de ella, hasta que poco a poco se fue colocando de aspecto humano. El cabello se lo había amarrado en trenzas y lo había adornado con objetos. Había visto los mismos en el mercado de las afueras de la muralla, los extranjeros traían esos artículos de las costas. Ella realizó su acto de exhibición con su temeraria lanza, pero luego la hizo desaparecer.

La temperatura estaba fresca y el clima era agradable. Sintió el viento gélido en su palmar. Quedó perplejo cuando escarcha blanca empezó a brillar y forman un escrito corto: Gana. Miró por acto reflejo en dirección de su majestad y asintió con su cabeza. Era consciente de algo, no podía vencer a las brujas si usaban su magia y trataban de matarlo. Debía aclararse que ellas lo superaban, también Lisene Wind, pero se estaban limitando. Aunque su único medio para contener las arremetidas era su fuerza, pero tenía algunos atributos más que podía usar a su favor.

Los búhos, lechuzas y una variedad de aves empezaron su canto dando un espectáculo salvaje en coliseo. Los leones blancos de su majestad rugieron con señoría y potencia, haciendo estremecer a la multitud. Luego retumbaron los tambores de guerra y los cuernos de manera imperativa, causando una sensación escalofriante y de guerra en los presentes. Mas, al escuchar la señal del inicio de la lucha, los dos se quedaron inertes, sin hacer ningún movimiento. Intercambiaron miradas tensas y atemorizantes. Había muchas formas de mantener un combate. Ninguno podía manifestar temor, porque perdería de inmediato. Los testigos tampoco emitían ningún sonido, pues estaban expectantes a la batalla.

Hercus parpadeó un instante y la bruja del agua desapareció de su campo de visión. Sin embargo, en percepción lenta giró su cuerpo dándose un paso hacia atrás y se dio media vuelta mientras la patada de Earendil Water pasó encima de él, que se había puesto detrás. Alcanzó a rozar una de las hebras de su cabello castaño que fue cortado por una especie de cuchillazo de agua, provocado por la bruja. Era como una hoja incolora de gran filo que podía rebanar cualquier cosa. Así fue con las demás embestidas que le hacía, también dibujaban un rastro líquido, transparente y delgado, como una espada que se formaba de sus extremidades al blandirlas como armas.

Hercus cerró sus puños y lanzó un golpe con la diestra que produjo una ráfaga de viento invisible ante los ojos de la mayoría, pero apreciado por las brujas y para los pocos otros de vista más aguda. Continuó con su mano derecho que avivó una brisa más caótica y extensa. Llevó a cabo una serie de movimientos contra la soberana de las costas, pero ella las esquivaba con suma destreza. Después usó sus mismos brazos y retrocedía eludiendo los ataques de Earendil.

Guerrero y bruja estuvieron inmersos en un intercambio de golpes sin armas, lo que era poco común, ya que siempre se empleaba un arma para atacar o defender. Ofrecían un espectáculo singular que pocas veces ocurría. Los espectadores enmudecidos atestiguaban la impetuosa pelea entre los dos mejores combatientes del torneo.

Hercus al leer los movimientos pudo sorprenderla por un instante. Pero una pared de agua se formó al frente de ella, deteniendo su puño que iba directo al rostro de la bruja. De inmediato, la defensa se convirtió en una prisión para su mano al hundirse y mantenerlo sujeto. Earendil Water aprovechó para aparecer detrás de él y le lanzó una patada, como si fuera un espada. Por suerte fue por lado de su zurda, que era la que mantenía libre y bloqueó la embestida. Mas, aquel ataque no era hecho por alguien ordinario si no por una hechicera y la magia que ellas poseían podía dañar al cuerpo de los hombros. Su piel y su carne eran endebles y débiles, pero sus huesos eran como el acero. Gotas de sangre empezaron a caer de su antebrazo debido a la herida que le había causado el navajazo. El piso de cristal se manchó de rojo.

—Continúa —dijo Hercus con voz ronca y expresión seria—. No te detengas. Esto es una batalla.

Hercus tensó su diestra y de un veloz movimiento se liberó del muro de agua, que se derrumbó como una cascada, pero que no mojó en lo más mínimo el piso.

La bruja del este asintió y se le escapó una sonrisa de satisfacción; nunca antes había podido usar sin contenerse. Aquel guerrero era peligroso y debía andarse con cuidado. Además, era el único hombre que había visto que podía hacerles frente a las nacidas de la profecía, ya que cualquier otro hombre hubiera perdido el brazo ante su fino cuchillazo y habría sido cortado el cuerpo en dos ante el filo de su acometida. Él no era solo fuerte, también ágil, resistente y duro.

Hercus sacó su espada y su escudo, a lo que le bruja azul respondió, haciendo aparecer su lanza en la que forjó dos puntas en cada extremo. Su vista se centró en esa hechicera de agua. Ya había muerto una vez. Si ni fuera por sus huesos, dos mitades de él yacerían sobre el suelo. Su alma estaba enardecida por continuar con la aguda pelea.

EL HIELO DE LA REINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora