69. El exilio

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Hercus había entrado a un mundo de sombras. El agua, que antes solo llegaba hasta sus pies, ahora había llenado todo ese etéreo espacio. Estaba sumergido, como en un lago. Pero no se ahogaba al estar inmerso. Solo caía más y más, sin tocar fondo. De su boca no salían burbujas, ni nada. En ese sitio. Todo era silencio, humedad y oscuridad. Siguió descendiendo, sin tocar una superficie sólida. Luego de mucho, escuchó varios ruidos y voces de personas que parecían estar discutiendo. Sus ojos permanecían cerrados. Intentó abrirlos, pero no podía, era inútil.

—Despierta. —Volvieron a decir y la voz se repetía una y otra vez. Sus párpados le pesaban como nunca antes lo habían hecho. Aún permanecía en la oscuridad, sin poder abrirlos—. Despierta —dijo la misma voz y esta vez sentí que era tanteado con algo en mi abdomen —. ¿Están seguros de qué está vivo?

—Bueno. No estamos muy seguros, ha estado así desde que lo trajeron —respondió otra persona.

Logré relajarme y pronto pude volver a mover mis manos y mis pies. Estaba muy debilitado y no sabía cuánto tiempo había estado dormido.

—Mire. Ya se está moviendo. Así que no está muerto.

Hercus tardó varios minutos en reponerse de y cuando por fin logró abrir los ojos, vio cómo había una gran cantidad de personas moviéndose de un lado a otro. No reconocía el lugar. También había tiendas de campaña hechas con material viejo y en mal estado. Pero lo que más captó su atención eran los que estaban uniformados con vestimenta militar y portaban armaduras negras con el emblema de la media luna, que era uno de los reinos enemigos de Glories, la nación de Frosthaven. Estaban acompañados por un señor que tenía la ropa gastada y sucia.

—Tú —dijo, mientras lo señalaba con su mano derecha—. ¿Eres Hercus? Responde.

Al pronunciar esas palabras, Hercus empezó a sufrir de un dolor de cabeza y no solo en la cabeza, tenía moretones en su abdomen, su espalda y su cara a causa del castigo de la reina. Se levantó del suelo y llevó su mano izquierda hacia la nuca y tocó el lugar donde fue golpeado para ser dejado inconsciente. Suponía que había sido Lady Zelara, logrando que perdiera la noción del tiempo. Además, este debería ser el bosque de los exiliados, pero no entendía por qué estaban los soldados de Frosthaven. ¿Qué estaban buscando allí?

—Hemos venido a buscarte —dijo el soldado, luego de hablar unos instantes con sus compañeros.

—¿Qué? —preguntó Hercus, confundido.

—Mi gran señora todopoderosa te ha mandado a buscar.

—¿Quién es ella?

—Nuestra soberana, la reina Melania Darkness del norte, la bruja de la oscuridad. ¿Te gustaría acompañarnos? Te daremos comida, bebida y ropa.

—¿A dónde iremos?

—A Frosthaven. Por supuesto. Mi gran señora manda a buscar por ti. Lo demás se te será informado cuando lleguemos al reino —dijo el guardia—. Mi reina te manda a decir que, ella te guiará a tu destino.

En ese punto, Hercus ya lo había perdido todo, así que no le veía ningún caso negarse a ir. Quizás esta era su oportunidad para vengarse de la reina Hileane. Además, la reina Melania era la única que se había atrevido a atacar a Glories con esas criaturas oscuras y le había dado varios regalos, por lo que era la persona más allegada a él y la más indicada para poder terminar con la vida de su majestad Hileane. Eso era lo único que lo impulsaba a seguir viviendo: matar a la mujer que había destrozado su vida y había herido su corazón y su alma, causando un gran dolor en su ser.

—Acepto —dijo Hercus con determinación. Si esta era la única forma para poder vengarse, entonces no dudaría en recibirla.

—Dirígete hacia donde está el resto del grupo. —El escolta señaló con su mano hacia el sitio donde se estaban reuniendo—. Pronto nos iremos, te esperamos para colocarnos en marcha. El viaje será largo de algunos días, hasta llegar al punto acordado. Trata de no morir antes de llegar

EL HIELO DE LA REINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora