48. Las seminfinales

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Hercus fue junto a Heris para saludarla al bajar de la plataforma. Se despidieron a la hora del banquete. Estaba en su puesto, comiendo a gusto, rodeado de sus compañeros y de las jóvenes altezas del oeste, los hermanos Lisene y Lars Wind, que se habían hecho cercanos a ellos. Pero también se unió la bruja de agua con su gente del este. Al inicio habían estado aislados por ser plebeyos de marca negra. Pero a pocos días de culminar los juegos, el ambiente en su lugar era más movido y alegre. Hacían competencias de cerveza y los más conversadores contaban historias, cada uno en su idioma natal, por lo que algunos interpretes que dominaban varias lenguas también eran parte del diálogo.

Earendil Water tomaba tanta cerveza que se vaciaba varios barriles ellas sola y se seguía manteniendo como si nada. Por otro lado, la princesa Lisene Wind era más moderada y tomaba aguamiel, que al probarla había quedado encantada. Mientras que Lars Wind era bastante bullicioso después de beber algunos vasos y se había pegado a Herick, ya que era su rival en la siguiente ronda. En el tiempo que estuvieron allí, Axes pudo acercarse un poco a la mujer que amaba, Lara. Zack recibía las atenciones de Lysandra, ya que había clasificado hasta las últimas rondas y tendría que enfrentarse al capitán de los caballeros, Sir Dalión. Pero, así como habían hecho nuevos amigos, sus enemigos los eran mucho más. Nobleza y realeza de otros reinos no congeniaban con ellos y su odio hacaa esos rastreros de marca negra, solo aumentaba cada día.

Hercus moldeó una sonrisa sincera al notar el cambio que se había producido con ellos. Habían sido marginados al principio, pero habían podido hacer nuevas alianzas con personas que eran agradables e increíbles, las dos brujas que eran muy poderosas, el príncipe Lars y los demás ciudadanos de otros reinos y tribus.

—¿Cómo haces eso? —Le había preguntado su majestad en el balcón.

—¿Qué, mi gran señora? —preguntó él.

Hercus se quedó inmóvil cuando su majestad Hileane extendió el brazo hacia su cara. Su corazón dio un sobresalto cuando ella le puso dos dedos en su boca. Sintió como sus labios se entumecieron y se quemaron de lo gélido que eran.

Hercus se tocó la boca y recordó el tacto su reina sobre él. Eran tan frío que lo quemaba y la vez le hacía aparecer en la piel escarcha. Miró a la reina que se escondía detrás del velo. Mucho había escuchado de que su majestad no tenía emociones, por ser la bruja de hielo. Quería ser su guardián. Pero comprendía que era un hombre casado y nunca podría estar con su soberana de aquella manera. Sería fiel a Heris sin distraerse en cosas vanas. Amaba a Heris y veneraba a su majestad como un protector. Eran dos mujeres distintas y cada una las quería de manera de forma diferente. Se unió a la fiesta y dejó de ver a la monarca. Entendía su lugar y ya no cometería más imprudencias. Suspiró aliviado. Al terminar, durmió abrazado junto a Heris en la cama y ella se marchó de madrugada de nuevo al bosque. Le dio un abrazo de despedida, pues su visita había renovado sus energías para la última instancia de los juegos de la gloria.

Así, dio inicio al primer encuentro de las semifinales. La pelea entre Kenif, hábil maestro de las dagas, y Earendil Water, la bruja de agua con su larga lanza. Hicieron sus presentacias y estuvieron prestos para su resolver su conflicto. Los dos contendientes se encontraron en el centro de la tarima de cristal, cada uno listo para ratificar su habilidad en combate. Kenif empuñaba sus cuchillas con destreza, moviéndose con agilidad y precisión. Era veloz y hacía maniobras complicadas de evasión y ataque. Pero Earendil lo superaba en todos estos dotes y apenas hacía un mínimo esfuerzo. Al principio, adoptó una postura defensiva, sin devolverle las afrentas. La pelea continuó con un intercambio rápido de golpes, con Kenif lanzando una serie de ataques rápidos, pero sin causar ningún mal. Earendil se defendía, sin inmutarse. Esquivaba los movimientos con gracia, sin ni siquiera usar su magia, solo para alargar el encuentro y hacerlo un poco más divertido.

La tensión en el aire aumentaba. Kenif ya estaba empezando a fatigarse y no había acertado ni un solo intento de los múltiples que había hecho. Buscaba una apertura en la defensa de la bruja del agua, pero por más que seguía, no podía. Buscaba acercarse. Mientras Earendil mantenía la distancia, debido a que su arma tenía más alcance que la de él.

Kenif deslumbró al público. Pero cuando Earendil Water contraatacó y se dispuso a agredirlo, Kenif nada pudo hacer para frenarla. Quiso levantarse, pero cayó de rodillas, debido al golpe que había recibido con la longitud de la lanza, que lo había impactado como un duro bastón en sus piernas y cuerpo. Earendil le alzó la cara con la punta de la lanza.

—Nada mal, guerrero —dijo ella con su acento distinto y se fue caminando, dejándolo caer en el piso, para luego desaparecer, hundiéndose el suelo

—La que avanza a la final es la señora Earendil Water —dijo el pregonero, anunciado la victoria de la hechicera.

La siguiente pelea estuvo lista. Era Zack contra el capitán de los caballeros, Sir Dalión. Ambos contendientes se enfrentaron en el centro del campo, listos para ratificar su habilidad. Sir Dalión, con su imponente armadura y su espada larga, representaba la fuerza y la destreza los nobles de baja cuna, mientras que Zack, ágil y astuto, confiaba en su velocidad y habilidad con la espada corta y el escudo. La contienda comenzó con una lluvia de golpes, con Sir Dalión avanzando con determinación. Su espada brillaba con más distinción bajo la luz del sol mientras buscaba abrirse paso hacia su oponente. Zack se movía con agilidad, bloqueando los ataques de Sir Dalión con su escudo y contraatacando de manera rápida. Pero aquel Sir lo superaba en fuerza y técnica. A pesar de haberse esforzado tanto en el entrenamiento y de hacer su mejor esfuerzo, no podía atravesar la defensa del noble. A medida que avanzaba el tiempo en reloj de arena, varias banderas pasaron, hasta que llegar a la cuarta, donde Zack ya se mostraba fatigado por su esfuerzo, mientras que aquel Sir ni se inmutaba ante la pelea. La lucha era intensa, con ambos combatientes mostrando una agilidad distinguida. Pero pronto Sir Dalión lanzaba poderosos golpes, que hacía retroceder al plebeyo. No dejaría que ningún campesino obtuviera la victoria. Zack respondía con movimientos evasivos, los que cada vez eran más lentos, buscando encontrar una oportunidad para contraatacar. La multitud observaba con admiración mientras los dos guerreros se enfrentaban con ferocidad en la tarima de cristal. Pero fue Sir Dalión el que logró derribar a Zack y le apuntó con la punta de su arma, mientras estaba acostado boca arriba.

A Zack le dolía el cuerpo los golpetazos que le había dado el noble. Tensó la mandíbula, pues no quería rendirse. Se puso de pie con ferocidad, sacando una de sus dagas. Pero el Sir ubicó detrás de él y le propinó un fuerte golpe en la nuca, haciendo que su mundo se tambaleara y se volviera borroso. No deseaba perder, después de haber avanzado tanto y de casi llegar a la final. Cayó de forma brusca contra el piso azulado. Había perdido.

Sir Dalión levantó su espada y alentó a los nobles a que lo felicitaran. Herick miraba al caballero, como causaba una gran conmoción, y por un momento su corazón se encogió. Sus manos temblaron un poco. Cuando se había enfrentado a Zack, había resultado en un empate. Sin embargo, había sido superado con creces por Sir Dalión. Era posible que no fuera capaz de vencerlo. En ese momento sintió la mano acogedora de su hermano mayor en su hombro.

—Puede hacerlo. Sigue avanzando —dijo Hercus con confianza y voz de aliento.

Herick solo asintió y se mantuvo enfocado en su próximo encuentro. En la tarde debía luchar contra el príncipe Lars Wind, por lo que había dos obstáculos para llegar a ganar. En el receso entrenó con su hermano como un leve calentamiento que les serviría a ambos. En el momento de su encuentro, golpeó el piso con la culata de la lanza y dio una vuelta hacia atrás, para sostenerla antes de que cayera y realizó varios giros con la pica. Exhaló con lentitud. Se habían vuelto cercanos, pero en el campo de batalla no existía la amistad. Además, poder bailar con la princesa Hilianis Hail y ser su invitado por siete días en el castillo real era algo que deseaba obtener y no dejaría que otro hombre lo tuviera.








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