CAP XI

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Sherry se despertó antes de que la alarma sonase. No era nada nuevo que no pudiese conciliar bien el sueño en ese "nuevo hogar" tan frío en el que se encontraba, esas cuatro paredes perfectamente pintadas de un amarillo pálido no le ayudaba a sentirse mejor. El edificio en el que se encontraba, estaba rodeado de otros miembros de la organización, y la seguridad, era mucho mayor a cualquier hora del día.

Entendía perfectamente todo eso después de que su hermana cometiese tal traición, pero no soportaba ser siempre ella la que pagase con los platos rotos. Cada día que pasaba, sentía que las cadenas le apretaban más y más.

Pasó por la ducha antes de prepararse el primer café del día y salió al balcón. Lo único que tenía de bueno esa mudanza forzada, eran las vistas que tenía desde su balcón. Ahora vivía en un decimocuarto, en un piso más céntrico que la zona en la que se encontraba antes. Era agradable poder ver el amanecer con el monte Fuji y la torre de Tokio de fondo.

Su teléfono vibró dentro de su bolsillo y se rasco la garganta antes de contestar a la llamada.

"Buenos días, hoy llamas más pronto de lo habitual. A las mujeres tienes que dejarles respirar un poco si quieres conquistarlas." Contestó nada más descolgar, bromeando como hacía siempre con el rubio. "Estoy apunto de salir para el laboratorio si es lo que quieres saber." Se adelantó.

"Tan madrugadora como siempre, Sherry." Contestó Gin entre una pequeña risa causada por su comentario. "Pues no salgas aún, estoy de camino a tu casa, espérame ahí." Dijo justo antes de colgar.

Sherry miró la pantalla de su teléfono unos segundos antes de volver a guardarlo. ¿Qué le esperase ahí? Ni que no tuviese otra cosa mejor que hacer. Suspiró apoyándose en la barandilla y sacó un paquete de cigarrillos del bolsillo trasero de su pantalón para encenderse uno mientras esperaba.

No sabía que podía querer ahora el rubio, pero esperaba no recibir otra mala noticia que le repercútase en cualquier aspecto. Solo quería que parara. Que el estrés parara, que el miedo y la tensión se acabasen, que dejasen de obligarla a cometer tales atrocidades.

Se asomó más a la barandilla y observó el trafico que corría bajo sus pies, que desde esa altura...se veía tan pequeño. Le dio un golpe al cigarro con el dedo índice, haciendo que la ceniza se desprendiese y la observó caer muy lentamente antes de perder su rastro a medio vuelo entre las luces de los coches que aún se iluminaban entre la niebla de la mañana.

Quería que todo simplemente parara.

El pensamiento de saltar se paró en su cabeza unos momentos. Era una solución rápida y fácil, pero sabía que las cosas no acaban con su muerte. Los cuervos seguirían volando con o sin ella a manos de su laboratorio. Si tenía intención de morir, al menos debía hacerlo haciendoles daño a los causantes de todas sus desgracias, haciendo mucho daño a esa maldita organización.

"No sería agradable recoger tu cuerpo destrozado si caes de esta altura." Escuchó decir a su espalda, sacándola por completo de sus pensamientos.

Sherry se giró dando un pequeño salto ante la sorpresa y entrecerró los ojos rápidamente al ver al rubio cruzar su entrada. 

"Adelante, tú cómo en tu casa." Dijo ella con ironía ante la molesta costumbre que tenía el rubio de entrar donde fuese sin permiso, ignorando a la vez su comentario.

"Deberías poner el cerrojo." Comentó él.

"Entonces, echarías la puerta abajo." Contestó ella después de darle una gran calada al cigarro y apagarlo en el cenicero.

Gin rió y se sacó un pitillo del bolsillo a la vez que se sentaba en su sofá. "Sólo si me das motivos para hacerlo." Dijo con una sonrisa en la cara.

La otra cara de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora