CAP XVII

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Shiho le miró a la vez que notaba cómo las gotas de agua que caían de su pelo, mojaban la toalla que cargaban sus hombros. Su mano cálida le hacía cosquillas al moverse tras su cuello y el bello se le erizó lentamente por todo el recorrido que hicieron sus dedos. Eran unas manos desconocidas de alguien que no debería tener nunca tan cerca, pero su tacto era demasiado reconfortante en se momento.

Empezó a pensar en todos los motivos que la habían traído ahí esa noche y las imágenes de Curaçao aparecieron nuevamente como flashes en su mente, acompañados de la sádica risa de Gin. Le gustase o no, ella también era como ellos...y era igual de culpable.

No sabía ni qué sentir, solo quería olvidar. Olvidarlo todo desesperadamente.

Estudió el rostro del detective acabando el recorrido en su boca. Se veía confundido, y no le extrañaba, no quería ni saber el mal aspecto que debía tener. Aún no había sido capaz de llegar a su casa, le aterraba la idea de quedarse a solas con ella misma, así que, sus pies habían cambiado de dirección durante su regreso para encontrar a alguien que no la mirase cómo lo hacían todos los demás.

Su parte más sensata y la más desconfiada, le decía que saliese corriendo de ahí desesperadamente y le repartía una y otra vez que esa no era una buena decisión. Pero su otra mitad, no quería desprenderse tan rápido de su tacto, quería absorberlo y guardar dentro de ella toda la calidez que estaba sintiendo para recordarla en sus noches frías.

Sherry gritaba por marcharse y cortar ese vínculo estúpido, pero Shiho, necesitaba justamente eso. Así que apagó esa discusión con su yo interior y se acercó para cortar el corto espacio que quedaba entre ellos con sus labios, intentando desprenderse de cualquier mal recuerdo, remplazándolo por otro igual de fuerte cómo podía ser la atracción química de dos cuerpos.

La comisura de sus labios de alzó satisfecha al notar cómo el detective dejaba la sorpresa a un lado para corresponder ese arrebato. Ella no dudó en profundizar el beso, embriagándose de él e intentando acallar por completo esas estúpidas voces que aún escuchaba en forma de susurros.

Ella no le amaba y él tampoco la amaba a ella. Pero la química de sus cuerpos, había reaccionado transformándose en una sola, más fuerte. Dopamina en estado puro.

Shinichi había dejado de pensar en el momento en que su boca había chocado con la suya, había desparecido todo, su cabeza estaba en blanco. Sólo podía oler su aroma y corresponder ese beso para saciar el cosquilleo que había crecido en su estómago. Bajó la otra mano por su espalda hasta pararla en su cintura para levantarla un poco hacia él y ella aprovechó para enredar sus piernas tras su cintura y sus manos en su cuello.

Ninguno de los dos parecía querer separarse ni para respirar.

Ella le quitó la camiseta sin que se diese apenas cuenta o rechistase y él la apoyó contra la pared más cercana, apoyándola sobre la entradita de madera de Agar que su madre tanto apreciaba, dejando caer la cesta de las llaves, su chaqueta mojada y una figurita de madera al suelo sin importarle ni prestarle atención.

La camisa empapada que la pelirroja aún llevaba, había mojado su pecho ahora desnudo. Notaba la prenda fría a diferencia del calor que empezaba a desprender su piel e intentó palpar un par de botones para abrirlos con poca experiencia y dudas. Ella medio sonrió en medio del beso y al percatarse de su inexperiencia, puso su mano sobre la de él y acabó su trabajo en un par de movimientos rápidos.

Shinichi sabía que sus mejillas debían estar muy rojas, ya que la científica había parado de besarle para sonreírle débilmente con los ojos entrecerrados. Pero antes de que ella tuviese oportunidad de burlase él en cuanto abrió la boca, la buscó con la suya y la calló enredando su lengua con la suya. Sorprendiéndose tanto él, como ella.

La otra cara de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora