CAP XXXVI

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Cuando alguien cualquiera piensa en el amor, piensa en lo que había sido el amor de su vida. Lo primero en que pensamos, es en los amores dulces, amores inocentes o en amores tiernos.

En esas relaciones de horas al otro lado del teléfono, de paseos en el parque acompañado de un helado igual de dulce que tu compañía y de tardes de domingo en el cine. De echar instancias y de meses y meses hasta el primer beso.

Pero no todos los amores son así, los hay de todo tipo: amor inesperado, amor imposible, amor libre, amor clandestino, amor soñador y por supuesto, el amor loco. Un amor que todo el mundo debería tener derecho a probar, aunque sea una sola vez en la vida. Un amor que sea capaz de dejarte en la cuerda floja, al límite entre la cordura y la razón, entre el amor y la locura.

"No has dicho nada sobre ello." Comentó Shinichi bebiendo de su café mientras acariciaba la cabeza de Kuro y la miraba con el plato de tortitas casi lleno.

"Supongo que es comestible." Se rió ella, volviendo a beber de su café para que la bola de masa pasase por su garganta. "¿A que han venido esas ganas por cocinar?"

"Me he levantado pronto y como siempre eres tú la que hace el desayuno, he decidido adelantarme a ti hoy ¿Verdad Kuro?" Le sonrió acariciando la barbilla del gato, que se había adaptado perfectamente a ese hogar.

"Recuérdame que no te deje hacerlo nunca más." Contestó ella con una media sonrisa.

"Oye, que no tienen tan mala pinta." Se intentó defender robándole el tenedor para probarlas, poniendo una cara de disgusto casi al momento. "¿No se supone que esto tiene que ser dulce?" Le preguntó al notarlo insípido.

"A mi no me preguntes, eres tú quien lo ha cocinado." Contestó alzando las manos, emitiendo una carcajada al ver como se tragaba con malestar su propia comida.

Kudo apartó el plato y tiró el contenido a la basura antes de volver a la mesa con un par de manzanas y un cuchillo. "Bueno, ¿No sueles decir que es malo comer muchas tortitas? Pues, podemos tener un desayuno más saludable hoy." Comentó pelando la manzana para cortarla a trozos.

Shiho sonrió mientras disfrutaba de esa manera cómica que tenía de solucionar los problemas, notando un pequeño sonrojo en sus mejillas, probablemente causado por la vergüenza de sus malos dotes culinarios.

"No le des importancia, si te compensa, el café siempre te sale muy bueno." Le alagó, sonriendo al ver que sus mejillas se ponían más rojas, acercándose a él para cogerle de la mano el trozo de fruta que acababa de cortar para ponerlo más nervioso con su cercanía.

Kudo podía ser muy directo unas veces, y otras, completamente tímido. No era tan chulo, ni iba tan de sobrado como el momento en que le conoció, pero seguían teniendo esos piques y bromas sarcásticas, y a ambos, les gustaba ver la reacción del otro cuando conseguía dejarlo sin palabras.

Él la miró sonreír de reojo, era todo un privilegio poder verla sonreír, aunque no fuese la sonrisa más genuina que podía esbozar. Podía ver que el nerviosismo nunca desaparecía detrás de las comisuras de su boca.

Sabía que aparentaba tranquilidad pero las manos le delataban al temblar y la había escuchado gritar por sus pesadillas todas las noches. El mono podía desaparecer, pero cuanto más rápido lo hacía, más rápido volvían las voces y su malestar emocional. Y eso, era algo que ni él podía controlar.

Ella se sentía bien de poder sentir esta comodidad entre ellos después de los días que había pasado. La policía había solicitado un arresto domiciliario hasta el juicio de la semana siguiente y con los incidentes en los que se le relacionaban, las cosas se habían complicado hasta un punto inimaginable. Cada vez más personas pedían que cumpliera la condena establecida y el pacto de inmunidad, no iba a tener la misma validez a si la acababan acusando de los asesinatos recientes.

La otra cara de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora