CAP XXXII

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Las hermanas se abrazaron antes de que la mayor cruzase la puerta para marcharse de la mano de su pareja.

"Nos vemos por la central." Se despidió Kudo, alzando la mano a la vez que Akai cerraba la puerta detrás suyo y la casa se quedaba solo con ellos tres.

Shinichi estiró los brazos antes de tirarse en el sofá y suspiró como si estuviese muy cansado.

"¿Se puede saber por qué suspiras tanto? Llevas todo el día sin hacer nada." Le molestó ella, acercándose y apartándole las piernas para poder sentarse en el otro lado del sofá. "¿Es que tú no tienes casa a la que volver?"

"Aquí estoy a gusto, no protestes tanto." Le dijo el detective tirándole uno de los cojines a la cara.

"Eres tan molesto." Se quejó tirándole el cojín de vuelta.

"Chicos, voy a pasar por la casa del vecino a hacer un té antes de cenar. Me ha pedido ayuda con un electrodoméstico que se le ha roto." Les informó el profesor antes de salir.

"Está bien. No tarde en volver y no coma nada indebido a mis espaldas." Le advirtió la pelirroja mirándole de reojo mientras la puerta se cerraba. Los roles entre ellos dos, parecían que se invertían la mayoría del tiempo.

Shiho abrió una de las revistas que había sobre la mesita del comedor y se puso a ojearla ignorando la presencia del detective, esperando que captase su indirecta y decidiese marcharse. Pero desgraciadamente, seguía sintiendo como le miraba de reojo con muy poco disimulo.

Ella alzó la cabeza para mirarle descaradamente con una ceja alzada, esperando incomodarle lo mínimo como para que girase la cabeza. Pero él no se movió, se limitó a sonreírle con la mejor de sus sonrisas, sin sentir la más mínima molestia.

"¿Aún te duele la cabeza?" Le preguntó.

"Un poco."

"A lo mejor estás cogiendo un resfriado." Comentó acercando su frente a la suya, haciendo que ella soltase la revista y abriese los ojos como platos ante la sorpresa de su cercanía. "Parece que no tienes fiebre, pero tu cara está un poco roja."

Ella balbuceó un par de segundos antes de empujarle lejos de ella e intentar controlar la calor que había subido por su cara. ¿Cómo no se iba a sonrojar si se acercaba de esa manera?

"¡Oye!" Se levantó del suelo acariciándose la cabeza y mirándola con confusión.

"Estoy perfectamente, detective." Dijo tirándole el cojín, pillándolo desprevenido y haciendo que volviese a tropezar y caer. Esta vez, la pelirroja se permitió reír ante su torpeza.

El joven resopló aún estirado en el suelo, sin poder evitar sonreír al escuchar lo bien que sonaba la melodía de su risa en sus oídos. Así que, acercó un brazo hacia ella y estiró de su muñeca para tirarla a su lado, haciendo que cayese entre la alfombra y su pecho. 

Su risa se cortó por un pequeño grito de sorpresa antes de que sus ojos chocasen con los de él.

Intentó reincorporarse cuando notó que podía sentir hasta su aliento ante esa proximidad, pero él la frenó y la giró hasta ponerse sobre ella.

Shinichi rozó su nariz con la suya, haciéndole casi cosquillas. Esperaba que girase la cabeza o que intentase propinarle un puño...pero su respiración se ralentizó y sus ojos no dejaban de encandilarle. No se estaba burlando de él, ni soltaba uno de sus típicos comentarios sarcásticos en los que le avergonzaban y hacían quedar siempre mal.

Solo le miraba, como si su ojos verdes estuviesen teniendo una conversación con los suyos.

Y tenía que dejar de mirarle así. No podría ser capaz de evadir lo que florecía dentro de él si le miraba tan profundamente. Ni mucho menos sería capaz de olvidar el verde de sus ojos.

La otra cara de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora