CAP XXIII

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El frío de la noche descendió unos grados haciendo temblar su cuerpo ligeramente, estaba segura de que sus labios estarían azulados si no luciera ese rojo intenso sobre ellos.

La voz de su hermana seguía retumbando en su cabeza, pero no podía seguir escuchándola, porqué ella no podía entenderla. Así que cogió el pinganillo de su oreja y lo lanzó lejos de ahí.

Se percató de la sonrisa que ahora adornaba la cara de Gin y apretó los dientes molesta por estar de acuerdo con él en ese momento. Pero, ninguna de las opciones que tenía, era precisamente buena. Por más que la policía arrestase a los miembros, llevaban toda la vida borrando su rastro y pruebas y tenían contactos de sobras para joderle el resto de su vida si intentaba hacer cualquier cosa contra ellos. Siempre había alguien escondido en esa oscuridad que pudiese manipular la policía, aunque no lo hiciesen ellos mismos. Ese poder no podía desaparecer de un día a otro y no estaba segura de que algún día desapareciera por completo.

No entendía como Akemi estaba siendo tan ingenua, a lo mejor, había visto demasiadas películas de policías por la televisión.

Sintió su cuerpo levantarse como si levitara y ser arrastrado momentos después antes de ver el cabello dorado de su superior moverse delante de ella. Su corazón latía con fuerza mientras balas lejanas se escuchaban por su espalda, pero se dejó arrastrar intentando no tropezar y pasaron de una azotea a otra sin casi darse cuenta. No sabía que pretendía hacer el rubio, pero tampoco era capaz de pensar nada coherente.

Todo pasaba rápido delante de sus ojos y cuando volvieron a parar el paso, se encontraron un obstáculo inesperado cortando su camino.

Gin entrecerró los ojos a la vez que levantaba su brazo izquierdo para apuntar al intruso en la frente, pero frenó el dedo cuando la pelirroja abrió la boca.

"¡Kudo!"

***

Cuando las luces de emergencia se encendieron, Ran parpadeó para intentar acostumbrarse a esa poca luz que ofrecían los focos. La gente estaba alterada, pero no corría desesperadamente como en otras alarmas que había presenciado. No se palpaba ese miedo inenso, solo la adrenalina, podía incluso incluso notar la satisfacción en los rostros de algunos que pasaban delante de ella. Para su sorpresa, se habían agrupado en distintos puntos de la sala y la mayoría de presentes había sacado una pistola del interior de su traje para apuntar en diferentes puntos.

¿En qué clase de evento se había metido?

Se acercó a una de las puertas principales a paso ligero mientras buscaba la salida más cercana. Pero para su mala suerte, estaba cerrada. Miró de nuevo hacía la ventana y cuando bajó la vista, vio doce o quince coches con luces y sirenas cortando toda la zona.

Sus celos le habían metido en un buen lío.

Paró unos segundos y cerró los ojos mientras respiraba hondo para calmar sus nervios y miedo que crecían sin parar. ¿Dónde estaba Shinichi? ¿Llegaría a ella antes de que le pasase cualquier cosa? ¿La salvaría de esta?

Se empezaron a escuchar unos golpes en las puertas y la mayoría de presentes cargaron sus pistolas para apuntar hacia ellas.

El miedo invadió su cuerpo por completo y corrió bajo una de las barras de bebidas más próxima y se escondió agachada detrás de ella con las manos tapando sus oídos antes de que los disparos empezasen a escucharse por toda la sala sin control.

Le pareció que había pasado toda una eternidad, pero cuando acabó, solo se escuchaban leves gemidos de dolor y los agentes ordenando unos a otros para detener a los que habían conseguido capturar.

La otra cara de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora