Epílogo

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Kudo se mojó la cara con el agua bien fría, intentando despejar un poco el cansancio que arrastraba y el mal cuerpo con el que había despertado. La resaca no era lo mismo con veinte que con veintiocho, puede que fuese una tontería, o solo puede que ese dolor de cabeza no le importarle tanto con veinte años.

Se secó con una de las toallas y salió del baño para volver con su equipo. "¿Ya está todo? ¿Y los demás?"

"Sí. Takagi y Sato se han llevado a comisaría a los culpables, y los de la científica, ya ha reunido todas las pruebas que necesitaban. Ahora es tu turno para ir a descansar, hoy has hecho un buen trabajo." Le explicó y alagó su superior Megure.

Se sentía realizado pese a la resaca, que no hacía más que recordarle la discusión que había tenido con su pareja la noche anterior. Si podía llamarlo discusión, claro, porque con Shiho, nunca sabía si alguna vez tenía algún tipo de poder en la conversación.

"Nuestra relación, no es ese tipo de relación."

Nunca comprendería como ella no podía verlo como él lo hacía, o qué era eso tan distinto que veía ella.

"Yo...no puedo hacer eso."

El miedo siempre volvía como un bumerán por más que lo intentase apaciguar durante todos esos años. No importaba cuantos años habían pasado o cuantos pasarían, sus respuestas siempre eran las mismas, siempre acababan decidiendo los miedos del pasado o las dudas.

"Creo que me tomaré una copa antes de irme." Le comentó acercándose a la barra del resturante para intentar cambiar ese mal sabor de boca que no se desprendía.

Se pidió una cerveza pequeña y se quedó observando las burbujas que corrían por la bebida.

Lo sabía todo de ella, hasta el aspecto más oscuro, patético y encubierto que tenía. Y nunca había dado un solo indicio de querer huir por nada de eso. Le gustaban sus días buenos, sus días malos y sus días peores. Le gustaba ella de todas las maneras, solo ella. No era difícil de entender para nadie, pero ella siempre parecía ser la última en verlo.

"Yo te invito." Se ofreció Megure a la vez que se sentaba a su lado con otra bebida. "¿Te preocupa algo? Pareces un poco decaído pese al éxito de la investigación de hoy. La deducción, ha sido brillante."

"No es nada. Estoy bien." Contestó brevemente antes de darle un buen sorbo a la cerveza.

Megure sonrió ante lo mal que fingía y bebió de la suya sin insistir. "Claro."

Kudo sabía que no debía enfadarse. Las emociones y sentimientos eran algo que no se podían formar. Pero la impotencia que le causaba su impaciencia, a veces le cegaba.

Miró a su superior de reojo. Durante esos años, había formado una gran familia con todos sus compañeros, y su superior a punto de jubilarse, se había convertido en casi una figura paterna.

"Es solo que...supongo que las mujeres son complicadas." Comentó casi en un susurro, sin saber bien como expresarse.

El mayor sonrió antes de darle un pequeño sorbo a su bebida. "No sé si complicadas sería la palabra adecuada. Yo llevo casi cuarenta años casado con la misma mujer...y a veces creo, que los que lo complicamos todo, somos nosotros mismos." Comentó medio riendo.

El joven alzó una ceja. "¿Por qué dices eso?"

Megure ensanchó su sonrisa al ver que sus hombros se relajaban lentamente. "El sexo femenino es algo realmente espectacular, y una incógnita a la vez. Nos parece complejo porque es algo que no siempre podemos predecir o leer con nuestro básico diccionario mental. Pero es alucinante la manera tan especial que tienen de sentir o en la que consiguen hacernos sentir cualquier emoción."

La otra cara de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora