CAP XXXIII

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Los días seguían pasando por más que el miedo al juicio le atormentase. Al igual que las visitas de cierto detective, que habían pasado de ser pesadas, a una costumbre medio agradable para ella.

"¿Se puede saber a donde quieres ir tan pronto?" Preguntó la pelirroja bostezando mientras salían del portal del profesor.

"Ya te lo dije ayer, la semana que viene vienen mis padres a pasar unos días y como de aquí poco es el cumpleaños de mi padre, quiero que me ayudes a comprarle algo decente."

Ella resopló. "Pero, si ni siquiera lo conozco."

"Pero tú tienes buen gusto por las cosas, así que, con tu ayuda, puedo comprarle algo que por un año le guste." Comentó caminando hacia las calles principales.

"¿Por un año?" Rió ella. "¿Tan malo eres haciendo regalos?"

"Cuando se trata de mis padres o el resto de mi circulo íntimo, siempre me bloqueo con esas cosas." Explicó sonrojándose un poco de vergüenza a la ves que se resecaba la nuca.

"Eres muy observador y detallista en tu trabajo. Aprende a utilizarlo a tu favor, no solo como una herramienta de trabajo, te puede ser más útil de lo que crees...detective." Le aconsejó guiñándole un ojo. Kudo se sonrojó un poco más ante ese gesto y ella sonrió victoriosa. "Entonces, ¿Qué clase de persona es tu padre?¿Cómo es?"

Se pasaron el camino hasta el centro hablando del escritor mientras entraban en las tiendas que más les llamaban la atención. Soltando de vez en cuando alguna que otra anécdota del padre de familia o nombrando algún que otro premio que había recibido por otro lado.

"Vaya...había leído sobre la familia Kudo anteriormente, pero he de admitir que todos los miembros sois unos exitosos."

"Bueno, no es para tanto."

"No intentes parecer reservado, todos sabemos que te encanta escuchar estos alagos." Le dijo golpeándole el codo y adelantándose a él.

"¡Oye! ¿A donde vas?"

"¿No estamos aquí para buscar un regalo?" Le preguntó ella parando delante de una de las tiendas y abriendo la puerta.

Kudo caminó hacia ella y paró delante de la tienda con el ceño fruncido. Parecía una pequeña librería antigua y no creía encontrar ahí dentro ningún libro que a su padre le interesase o no tuviese ya, después de todo, tenía una biblioteca propia cuatro veces más grande que esa tienda.

"No creo que comprar un libro sea la mejor idea." Dijo siguiendo a la pelirroja hacia el interior. "Todos los que le he comprado, han acabado siendo repetidos o no le interesaban para nada."

"Me lo creo. Un amante a la lectura, no espera a que nadie le compre un libro que quiere, seguro que tiene las primeras ediciones de los clásicos de misterio e incluso las ediciones especiales de libros difíciles de conseguir." Comentó ella caminando por los estrechos pasillos de la tienda, llenos de estanterías abarrotadas de libros de un lado a otro, aprovechando hasta el más mínimo espacio.

"¿Entonces?" Preguntó sin entender cómo podía, esa tienda tan pequeña, ser casi igual de profunda que una cueva. Empezó a pensar que no tenía fin cuando la pelirroja paró el paso.

"Esta tienda, no solo vende libros." Dijo observando con más lentitud los artículos que habían en esta parte.

"Vaya..." Kudo abrió los ojos por un momento, tenía razón, en esa parte había de todo. Máquinas viejas de escribir, sellos, libretas, bolígrafos de todo tipo,... "Es bastante interesante...pero mi padre escribe sus novelas en su portátil, no sé si le interesaría algo de aquí."

La otra cara de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora