CAP XXVI

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"Alguien quiere verte." Le dijo Akai abriendo la anilla de la lata. "A lo mejor eso te ayuda a pensar con claridad."

Ella frunció el ceño. "No quiero ver a nadie. No necesito a nadie que me coma la cabeza." Dijo mientras escuchaba la puerta abrirse tras su espalda.

"¿Shiho?"

El bello de su espalda se erizó al escuchar esa voz. ¿Cuánto tiempo llevaba sin escucharla?

"¿Akemi?" Preguntó sorprendida a la vez que se giraba para clavar su mirada en ella. Pero su sorpresa, se volvió un ceño fruncido en la cara de la pelirroja.

"Os dejamos a solas unos minutos." Comentó el moreno antes de que los tres se levantaran, como si no fuese a estar al otro lado del espejo escuchando cada palabra que decían.

"Shu...¿Puedes quitárselas?" Le preguntó Akemi a su pareja después de sentarse en frente de su hermana, mirando tristemente las esposas que rodeaban sus muñecas.

"Akemi..." Le dijo con un tono un poco imponente, conociendo el protocolo perfectamente.

"Por favor, no va a hacer nada." Suplicó.

Akai dudó unos segundos, pero después de ver lo mal que lo estaba pasando su pareja, era lo mínimo que podía hacer por ella en ese momento, así que asintió y liberó el acero de sus manos antes de desaparecer detrás de la puerta.

El silencio se apoderó de esa pequeña sala mientras las dos se miraban fijamente.

No había visto a su hermana después de a aquella cena en la que había decidido posicionarse hacia el otro lado. Le habían dicho que visitaba el hospital todos los días cuando había estado ingresada, pero no había tenido ocasión de verla entre esas paredes. No sabía si era por miedo, o por vergüenza.

"Cuanto tiempo..." Empezó a hablar la pelirroja con una ceja alzada, escondiéndose de nuevo tras su coraza.

"¿Cómo te encuentras?" Le preguntó la otra preocupada, cogiendo sus manos entre las suyas.

"Bien." Contestó sin más, soltando su agarre con incomodidad. La quería, no dejaba de ser su hermana, pero no podía hacer como si nada hubiese pasado.

"Tenía mucho miedo de perderte." Dijo Akemi con una sonrisa triste.

"¿Enserio? Pues no te he visto desde la noche dónde me la liaste en aquella cena como para mostrar tal preocupación." Reprochó la menor, tentada a morderse la lengua. No se sentía bien por hablar así, pero después de pasarse dos días encerrada en esa central de policía sin apenas comer o dormir, más las horas que llevaba de interrogatorio, no tenía un humor precisamente bueno.

Akemi agachó la cabeza avergonzada. "Yo...lo siento. No era capaz de entrar y enfrentarte, no después de que acabaras así por mi culpa."

"Tú no eres la asesina de las dos. No cargues con una culpa innecesaria." Dijo con su tono neutral. "Bueno...¿Has encontrado la libertad que buscabas?" Cambió de tema, inclinando la cabeza a un lado y moviendo las manos ligeramente. 

La morena asintió sintiendo felicidad y tristeza a la vez con esa pregunta. Deseaba que su hermana pudiese tener una vida tan normal como la que merecía, lejos de todos esos crímenes y oscuridad.

"Entonces está bien, sigue viviendo tu vida. No tienes que preocuparte por mi." 

"¿Pero qué dices? ¿Cómo no voy a preocuparme? Soy tu hermana mayor, mi deber es protegerte por encima de todo." Contestó enviándole una sonrisa triste.

La otra cara de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora