CAP XIII

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Escapar de esa manera, del laberinto que formaban las calles de Tokio, caminando calle tras calle con la esperanza de no encontrar una amenaza que acabase con ella a la siguiente esquina...le hacía sentirse como si fuese uno de esos ratones con los que experimentaba en su laboratorio. Siempre dando vueltas y más vueltas. Como los roedores corriendo sobre la rueda, pensando que en cuanto más corran, más pronto encontrarán la satisfacción o libertad.

Pero nunca volvían a salir de esa jaula, al igual que ella no podía escapar de la suya propia.

Caminó más tranquila cuando dejó atrás el instituto Teitan y miró su reloj mientras se dirigía a su punto de encuentro, de dónde sensatamente, no debería haberse movido desde un principio. Tenía diez minutos, le sobraba tiempo.

Y obviamente, actuaría como si nada al ver a Gin. Él no preguntaría y ella no abriría la boca.

Tenía que dejar de hacer eso. Kudo no era su amigo y era consciente de que nunca lo sería. Había sido un objetivo de la organización anteriormente y por suerte, ahora no era más que una cara olvidada para los cuervos. No podía dar razones para involucrarle y acabar consiguiendo que lo maten. Ninguno eran el tipo de personas con la que el otro debía relacionarse.

Había sido divertido, una coincidencia agradable del caprichoso destino. Pero ya esta. Ese chico, tenía la vida hecha y era completamente incompatible a la suya. Por no olvidar que él solo conocía mentiras sobre ella. Hasta su propio nombre.

Se paró bajo la sombra de un árbol y esperó a que el rubio la recogiese. Tenía que centrarse en otras cosas.

Se recogió el pelo de la cara detrás de sus orejas y acarició un par de segundos los pendientes que llevaba, que justamente se los había regalado su hermana en su último cumpleaños. Eran un par de perlas sencillas, pero bonitas y se sentía bien llevándolos, se sentía cerca de ella cuando lo hacía. No sabía nada sobre su hermana, ni siquiera dónde había ido a parar y estaba segura que nadie le diría nada al respecto. Solo esperaba que estuviese bien y ahora que había conseguido escapar, deseaba que pudiese vivir en paz de una vez por todas, sin cargar su influencia sobre ella.

Al menos que una de las dos tuviese una oportunidad de palpar la sensación de libertad.

Aunque siguiese sintiendo traición hacia ella, la rabia había menguado. Era su hermana y si se paraba a pensarlo, lo entendía. Ella también hubiese hecho todo por sacarla...pero de esa manera no.

Gin apareció cinco minutos antes. Frenó a su lado y ella subió sin esperar indicaciones. Notó rápido como su cara estaba más seria que de costumbre y prefirió mantener el silencio en vez de darle la oportunidad a pagar su enfado con ella.

"Las cosas se han complicado un poco." Empezó a explicarle el rubio, sin apartar la mirada de la carretera.

Sherry se mantuvo callada, esperando que continuase. Esperaba no tuviese nada que ver con su papel dentro de esa misión de mierda.

Llegaron a un restaurante cerca del puerto, Gin aparcó el coche en una zona cubierta, cerca de la entrada trasera y ella abrió la puerta en cuanto el rubio paró el motor. Pero él le frenó por el codo antes de que saliese, haciendo que volviese a sentarse.

"¿Qué pasa?" Preguntó confusa.

"Toma." Dijo entregándole una cartuchera con una pistola. "Aquí, las cosas no son como en el laboratorio. Si pasa algo, no lo dudes."

Ella miró la pistola fijamente antes de cogerla y abrirse el abrigo para colocarla alrededor de su pierna, bien disimulada con el vestido. Esperaba que ese hombre con el que habían quedado no intentase manosearla, porque no le apetecía tener que utilizarla.

La otra cara de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora