Capitulo 17

411 23 0
                                    

   Atenea

   Desperté a la mañana siguiente sola, en la cama de Aaron, no me arrepiento de nada y tampoco me importa el hecho de que se fuera de la habitación dejándome sola, de igual forma no tengo derechos de reclamar absolutamente nada.

Me levanto de la cama y me coloco la camisa que le quite anoche, ya que por obvias razones no me colocare los pantalones de cuero que llevaba puestos anoche.

Salgo de la habitación dirigiéndome a la cocina, necesito un vaso de agua y una aspirina, tengo un terrible dolor de cabeza, espero mis ojos no cambiaran de color mientras dormía.

Al llegar a la cocina busco un vaso y lo lleno con agua del grifo, aprovecho de ver mis ojos en el reflejo de las puertas de la nevera, agradezco que estén en su color.

No negare que a veces me causa mucho miedo entrar en crisis y que no tenga a mi hermana para ayudarme, manejarlo con ella es más sencillo, manejarlo sola es casi imposible, y sin tener ayuda es muy complicado ya que nadie sabe como tratar mi trastorno, para ser más exactos nadie sabe de el. Solo las personas realmente importantes, las personas que lo han visto y han sido testigos del cambio de color de mis ojos, y ahora los de Artemisa, y no se como sentirme respecto a ello, me duele que ella pase por lo mismo que yo, y lo peor, es que decidió ocultármelo para que no me sintiera mal y no entrara en crisis más seguido.

Amo a mi hermana, y yo hubiera hecho exactamente lo mismo por ella...

- Despertaste- dicen a mis espaldas y brinco del susto.

- Me asustaste, no te escuche, pensé que estabas fuera- dije mirando esos ojos profundos.

- No, estaba en el gimnasio, estabas muy pensativa, ¿estás bien? - pregunta con una sonrisa... ¿ok? Esto es algo raro.

- Ehhh, si, solo pensaba en Artemisa, ya sabes, me oculto lo de su trastorno, no puedo evitar sentirme culpable- digo tragando el nudo que se formó en mi garganta.

- Lo hizo porque ella así lo quiso, nadie la obligo a nada- dijo acercándose lentamente a mi.

- Ya lo se... pero eso no quita el hecho de que tuviese que colocarse lentes, tomar medicamentos y como si fuera poco actuar tan bien como para yo no darme cuenta que ella entraba en crisis, para ser exactos, las mismas en las que entro yo- dije frustrada y dolida por no haber ayudado antes a mi hermana.

- Hera, yo quiero hablar contigo- dijo Aaron con voz seria, sabía que esto iba a terminar en una discusión o simplemente nos íbamos a molestar y uno de los dos se iba a ir, y esa probablemente sería yo.

- Te escucho.

- ¿Quién es Atenea? Quiero saber su historia- dijo y me quede muda y mi respiración se paró.

- Yo... eh... yo... dame un minuto- dije tratando de recuperar el aire mientras buscaba las palabras y las fuerzas para hablar de mi difunta hermana- bien, empezare desde que mi hermana nació, Artemisa y yo teníamos tan solo seis, cuando Atenea nació, era una hermosa bebe, su cabello era rubio, con los ojos azules, de un azul inexplicablemente hermoso, su belleza parecía de otro mundo, y créeme cuando te digo que no exagero- comienzo tratando de no quebrarme al recordar aquellos hermosos momentos-, ella era muy parecida a mi madre, era como su copia, Artemisa y yo somos iguales a papa, pero ella era todo lo contrario, Atenea siempre fue la niña de mis ojos, amo a Artemisa, pero Atenea era mi hermanita menor, yo siempre fui más apegada a ella de lo que Artemisa lo era, pero Artemisa tenía ese mismo instinto de protección y cariño hacia Atenea- trague fuerte cuando comencé a sentir nuevamente ese doloroso nudo en mi garganta-, paso el tiempo, y Atenea cada vez crecía más y más, y cada vez era más hermosa, era la niña que querías tener cerca todo el tiempo, tranquila, cariñosa, respetuosa, educada y siempre alegre, ella siempre quería estar conmigo cuando entraba en mis crisis, pero yo no se lo permitía, no quería que mi hermana me viera así, no estando tan pequeña, y agradezco el haberlo hecho, porque se que ella se fue con la imagen que siempre quise darle de mi, cuando yo tenía tan solo trece y ella recién cumplía los siete, fue secuestrada por Bruce Lemons, todo por una venganza, ya que mi padre en una de sus tantas misiones logro desestabilizar la mafia francesa quitándole mucho poder, sabes que el era un gran agente- miento con lo último, la verdad es que mi padre consiguió el trono como rey de la mafia y eso enfureció a la mafia francesa, pero por obvias razones no puedo decirle eso- la secuestro, mi padre movió cielo y tierra para encontrarla, pero sabían ocultarla, yo tenía el entrenamiento suficiente para ayudarlo, pero estaba tan destrozada que entre en crisis, dure un mes entero en crisis, no fue fácil, mes y medio después nos llegó una nota, con la ubicación de Atenea, decía que debía ir la familia completa a buscarla o de lo contrario la matarían, mi padre no quería ponernos en riesgo, pero le grite hasta el cansancio y no le quedo más que aceptar por capricho mío- cierro mis ojos con fuerza tratando de borrar aquellos horribles momentos- cuando llegamos a la ubicación estaba Atenea, con ropa sucia amarrada del cuello cual perro callejero, ella lloraba desconsoladamente, y a mi solo me enfurecía verla en tal estado, preferiría haber sido yo...- susurre sin intenciones de que el escuchara pero no fue así.

- No digas eso niña griega...

- Tenía hematomas por todo su cuerpo, el labio y la ceja partida, un ojo morado, y todo el cuerpo cortado, la habían torturado como nunca antes lo habían hecho, Lemons dice que uso la tortura australiana, al ser de ese país se que significa y no quiero ni imaginar la cara de dolor de mi hermana al recibir semejante tortura, Bruce salió de su escondite y tomo a mi hermana del cuello, la acerco hasta nosotros y se dijo unas palabras con mi padre, y desgarro su cuello con una navaja de hoja francesa, según para honrar a su nación, cuando lo interrogue, confeso que la había violado, pero lo que más dolió fue cuando admitió haberlo disfrutado- confesé y el quito de mis mejillas unas lágrimas que no sabía habían caído de mis ojos- por eso mi hermana y yo estábamos así, por eso salí bañada en sangre ese día, por eso no me dolió devolverle aquella tortura australiana que el uso contra mi hermana, se lo merece, y merece pudrirse en la cárcel por haberle quitado la inocencia y la vida a una hermosa pequeña que nunca tuvo la culpa de nada- finalice levantándome de la silla en la que me encontraba sentada.

- Lo lamento- susurra.

- Yo también.

Camino a su habitación y luego de buscar y colocarme mi ropa salgo de la habitación.

- Llévame a mi casa, siento que entrare en crisis, necesito a mi hermana.

- Dame cinco minutos y te llevo- dijo y desapareció por el pasillo.

En efecto cinco minutos después estábamos en el auto rumbo a mi departamento, ya le había escrito a Artemisa de como me sentía y me dijo que ella se estaba sintiendo igual, eso no era nada bueno, por lo que ella me había explicado, cuando el doctor le menciono a mis padres que cuando amabas tuviésemos los síntomas al mismo tiempo, podía causar desastres, ya que la crisis era más fuerte, y realmente, sus palabras me asustaron un poco.

(***)

- Tengo miedo- dice Artemisa.

- No te negare que yo igual- digo- Isa, debo decirte algo, pero necesito te controles y mantengas la calma, no quiero que tus ojos cambien- le pido.

- Te escucho.

- Aaron me pregunto sobre Atenea, bueno, mejor dicho, me exigió que le hablara de ella, no tenía escapatoria, debía contarle, claramente no le dije la parte en que nuestro padre es el rey de la mafia y que nosotras somos las princesas del mundo criminal.

- Entiendo... vamos, debemos descansar, no vaya a llegar esto a peores, no podemos arriesgarnos- dice Artemisa refiriéndose a nuestros ojos.

 vamos, debemos descansar, no vaya a llegar esto a peores, no podemos arriesgarnos- dice Artemisa refiriéndose a nuestros ojos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Mafia Australiana (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora