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Otra jornada de largas clases en la universidad había acabado. Mi espalda pedía a gritos un buen masaje o, al menos, una cómoda superficie donde reponerse de su incomodidad. Mis ojos estaban algo irritados a causa del sueño, sin embargo lograron percibir una fornida silueta del otro lado de la calle.
Fruncí el entrecejo extrañada, porque me resultaba familiar de alguna parte, muy familiar. Al acercarme unos pasos más logré verlo. Henry estaba allí, en el puesto de hot dogs, con una peculiar peluca pelirroja y unos lentes de sol cubriendo sus ojos. Su vestimenta era bastante diferente a lo que él solía usar, aún así pude reconocerlo. Lo conocía lo suficiente como para saber que se trata de él bajo cualquier disfraz.
Los paparazzis solían fastidiarlo demasiado por lo que tomaba ciertas medidas, como esa. Además de que ambos habíamos llegado al acuerdo de mantener nuestra relación oculta de todo y todos, de las cámaras y de las personas a nuestro alrededor.
Me acerqué a pasos cautelosos, sin querer ser descubierta. El cansancio quedó en el olvido al verlo, siendo la gran sonrisa en mi rostro una prueba de ello. Lo había extrañado demasiado, más de lo que me gustaría. Las grabaciones de la nueva película de Henry le exigía establecer bastantes kilómetros entre nosotros por unos largos meses. No pude hacer más que anhelar su regreso y conformarme con unas pocas llamadas por día.
Lo oí agradecer al encargado del puesto antes de girarse con una pequeña sonrisa, que fue exterminada de su rostro al verme detrás de él, siendo remplazada por una mueca de sorpresa. Uno de los hot dogs se aplastó ligeramente en su mano, mientras el otro acabó estrellándose contra mi camisa.
Abrí la boca mientras me alejaba unos pasos de él. La sorpresa claramente había acabado mal. La salchicha cubierta de mayonesa había chocado con la fina tela de la prenda, traspasandola y logrando que el calor llegara hasta mi piel.
-Henry!- chille, sostuve el hot dog en mi mano, no queriendo desperdiciarlo, mientras él intentaba limpiar mi camisa manchada con unas servilletas que robó del puesto.
-Dios, amor, lo siento. Casi me matas del susto- se apartó de mi, aún con un semblante de arrepentimiento. Asentí comprendiendo y luego levanté la mirada para verlo, riendo ligeramente al notar lo ridículo que se veía con ese disfraz. Henry podía ser tan adorable aún con ese cuerpo que lo volvía más que imponente.
Él rió conmigo, mientras el sujeto del puesto de hot dogs nos observaba raro. Habia extrañado tanto estos momentos de pura torpeza.
-te abrazaría pero no quisiera mancharte con mayonesa- dije señalando mi camisa ahora sucia. Henry negó con la cabeza mientras sonreía de lado y me atrajo a él, teniendo cuidado por los hot dogs aún en nuestras manos.
-lo último que me importa es mancharme cuando se trata de ti, Fer- susurró en mi oído, deleitandome con el tono dulce que utilizaba siempre para dirigirse a mi. Me hundí aún más en su pecho y aspiré su adictiva fragancia varonil, aquella de la que me había vuelto fan hace tiempo.
