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Aquel dulce niño de siete años vagaba por parte del extenso jardín de su casa. Sus pies pisaban la tierra seca y sus manos jugaban con una mariposa que había llamado la atención del pelinegro.
Sus pies caminaron por largos minutos, hasta toparse con un alambrado, donde su cuerpo se obligó a parar y la mariposa pudo escapar. Sus ojos vagaron perdidos, nunca había llegado tan lejos de su casa estando solo, aún así no estaba asustado, más bien su curiosidad había comenzado a aumentar.
Unas risas infantiles se oyeron del otro lado del alambrado y sus ojos no tardaron en posarse en la niña que vivía en la casa junto a él. Henry la había visto numerosas veces, pero jamás se había animado a hablarle.
La niña jugaba muy entretenida con su caballo casero, hecho con un simple palo de escoba y papel. Su vestido era claro como la luz del día y su mirada no escondía mentiras.
Henry estaba embobado viéndola, y cuando ella giró a verlo, él no tardó en huir y comenzar a correr a su hogar. Esa fue la primera vez de muchas que sus miradas cruzaron.
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Henry ya era un adolescente. Ayudaba a su padre con la cosecha de los frutos y tambien a su madre en los labores del hogar. Era un buen chico, de corazón noble. Lastimosamente ese era todo el entretenimiento que Henry tenía por el momento, él no poseía amigos ni nadie de su edad interesado en él.
Pero había una excepción. Lisa, la niña del otro lado del alambrado, era la única de su edad que había cruzado palabra con él antes. Ambas familias eran muy unidas, pero sus hijos siempre se mostraron tímidos entre ellos.
-Henry, podrías venir a ayudarme con la tarta de manzana? Los Gricel no tardarán en llegar!- su madre lo llamó desde el porche de su casa y él no tardó en acudir a su llamado. -deberías hablarle- dijo su madre, numerosos minutos después. El pelinegro la observó sin comprender. -a Lisa, es una niña muy dulce-
-se ve aburrida- se encogió de hombros, intentando evadir el tema. Lo cierto era que aquella adolescente de ojos oscuros lograba revolucionar todo en su interior con una simple mirada.
-eso es porque no la conoces. Ella es muy divertida, además tiene muchos juegos de mesa, esos que a ti te gustan- dijo la mayor, preocupada por la soledad de su hijo.
-tal vez hoy le hable, eso te haría feliz?- la mujer asintió al instante, el joven suspiró y sonrió a medias -bien lo haré- la mujer dió un brinco de felicidad y el rió, le gustaba ver a su madre feliz.
Unos toques en la puerta llamaron la atención de ambos. Pocos minutos después la familia Gricel se hallaba en el interior de la residencia Cavill, disfrutando de un cálido momento. Henry se había agobiado desde el momento en el que cierta castaña cruzó se cruzó en su campo de visión, por lo que acabó en el jardín, solo y disfrutando del cantar de los pájaros.
