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La bruja se movía de un lado a otro dentro de su acogedora choza en medio del bosque. Pocos comprenderían su labor creando pociones que, posiblemente, tengan cierto poder curativo buscado por muchos. Tenia un don y sabia utilizarlo, no iba a desperdiciar tener el poder de la vida y la fertilidad en sus manos.
Pero no estaba sola. El brujo de imponente postura ahora se hallaba inconsciente luego de ser atacado por unos extraños seres en el bosque que acabaron por herirlo. Ella lo había encontrado, echado sobre la tierra húmeda por la sangre de los atacantes, lo conocía y había cierta tensión entre ellos por lo que decidió ayudarlo. Y ahora estaba allí, esperando que su posición hiciera el efecto deseado y así poder cobrar su ayuda.
Los rayos de sol que se colaban por los cristales de la ventana golpearon contra el rostro del peliblanco, que lentamente comenzó a despertar de su ensoñación. Parpadeó un par de veces, molesto por la luz que chocaba contra sus ojos, y soltó un gruñido ronco que no pasó desapercibido por la bruja a metros de él.
-miren quién se dignó a despertar- dijo Elea con una sonrisa juguetona llenando sus facciones. Geralt abandonó la somnolencia y clavó su mirada en ella al percibir su voz. Había pasado un largo tiempo hasta que volvieron a encontrarse luego de que él fue rescatado por ella cuando estuvo cerca de morir. La historia se repetía.
-Elea- recordó su nombre, saboreando cada letra entre sus labios -cómo olvidar a la brujita verde- murmuró con una pizca de humor, levantándose lentamente mientras estiraba sus músculos.
-si tu manera de llamarme se debe a que amo la jardinería pues entonces digo que soy orgullosamente la brujita verde- Elea se cruzó de brazos. Geralt, ya de pie, se acercó a ella a pasos lentos observando cada uno de sus movimientos. Aquella mujer lo revolucionaba de maneras inexplicables, algo increíble teniendo en cuenta que jamás había tenido el placer de tocar su piel.
-me pregunto porqué siempre estas ahí para salvarme- la cercanía ponía muy nerviosa a la joven, quien intentaba enfocar su atención en otra cosa que no fuese al brujo que la observaba como cazador a presa.
-simplemente mi instinto me guía para mantener el orden entre la vida y la muerte. Tienes suerte, aún no es tu momento- respondió ella con rapidez, notando que estaba acorralada entre la pared y el cuerpo del masculino.
Él levantó la mano por instinto y acomodó un mechón de cabello detrás de su oreja. Una vez más, la tensión era palpable y pesada, quería profanarla como nunca lo había hecho antes. Quería sentirla, anhelaba aquello. Ella bajó la cabeza al sentir la gran mano del hombre acunando su cabeza.
