2. Falso New York

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Un nuevo día comenzaba, y aunque había dado mil vueltas en la cama no había podido dormir mucho. Podía presentir que eran alrededor de las seis de la mañana, o siete tal vez, ya que un pequeño rayo de sol estaba molestando la vista de mi ojo izquierdo. Me senté y encendí mi celular, todavía no recibía mensajes, así que puse a cargarlo ya que solo tenía veinte por ciento de batería.

Con lo poco que veía por las lagañas pegadas en mis ojos busqué en mi mochila mi cepillo de dientes y el toallón que había dejado con anterioridad Ezra para mi. Me dirigí al baño de al lado. Lavé mis dientes y coloqué el cepillo en el vaso junto al cepillo de mi tío. Seguidamente abrí el grifo de la ducha hasta que el agua salió caliente, me fui introduciendo poco a poco hasta mojar mi cabello, me jaboné y luego me encargué de lavar mi cabello. Una vez que terminé me envolví en el toallón y sequé el baño.

Volví a mi habitación y con la toalla comencé a secar mi cabello con pequeños y cuidadosos toques, si algo de lo que era fanática, era del cuidado de mi cabello y de mi piel, aunque en el último tiempo había descuidado un poco de esta última y había perdido los buenos hábitos. Busqué entre la ropa un jean negro, zapatillas converse con plataforma blancas, un top blanco de tirantes y una camisa a cuadros negra y blanca. Mi estilo de vestimenta era muy variado, a veces me gustaba usar vestidos y colores rosas, otros vestir más formal con blazers y a veces lucir un pequeño estilo rebelde; todo dependía de mi estado de ánimo. Y como la venía pasando para la mierda, quería lucir como una pequeña fuck-girl, que claramente no era, soy una masita llorona. Como último me peiné, y bajé al comedor.

Aparentemente había sido la primera en despertarse, fui directo a la cocina a preparar mi desayuno. Entre algunas tantas búsquedas en la cocina encontré una taza negra y diferentes tipos de té, tomé uno de sabor durazno. Puse la pava eléctrica y corté rodajas de pan para hacer tostadas, saqué un dulce de frutos rojos y queso crema de la heladera. Una vez que el agua hirvió me senté en la mesa a comer, di un bocado a la tostada y pude distinguir la figura de mi tío bajando las escaleras.

—Buenos días. — lo saludé antes de darle otro mordico mi tostada

—Buenos días, Beth ¿Tan temprano levantada?

—No pude dormir mucho.— entendió el motivo y no quiso preguntar más.

—Me había olvidado de decirte, tengo que ir a trabajar, y volveré tarde, la semana que viene comenzarás la escuela, y ya sabes, estamos a martes y necesitas cuadernos y ese tipo de cosas. Te dejaré algo de dinero y ve a comprarlos, no vuelvas tan tarde.— me dijo mientras acomodaba su cabello castaño. Asentí con la cabeza pero muchas dudas comenzaron a surgir en mi cabeza, ¿Dónde podía ir a comprar los útiles escolares?, ¿Acaso se olvidó qué no conozco esta ciudad?, ¿Qué sucedería si terminaba en la otra punta del país?, o peor aún, ¿Si alguien intentaba secuestrarme? Tomé otro sorbo de té intentando mantener la compostura ante los ojos de mi tío, quien se lo veía bastante apurado para irse a trabajar. Solo esperaba no perderme, no podía demorarme tanto, además, nada que un pequeño plano no pueda solucionar. También podría servirme para conocer un poco e irme acomodando al nuevo ambiente y lo que me esperaba.

ReiniciandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora