Un nuevo día comenzaba, y aunque había dado mil vueltas en la cama no había podido dormir mucho. Podía presentir que eran alrededor de las seis de la mañana, o siete tal vez, ya que un pequeño rayo de sol estaba molestando la vista de mi ojo izquierdo. Me senté y encendí mi celular, todavía no recibía mensajes, así que puse a cargarlo ya que solo tenía veinte por ciento de batería.
Con lo poco que veía por las lagañas pegadas en mis ojos busqué en mi mochila mi cepillo de dientes y el toallón que había dejado con anterioridad Ezra para mi. Me dirigí al baño de al lado. Lavé mis dientes y coloqué el cepillo en el vaso junto al cepillo de mi tío. Seguidamente abrí el grifo de la ducha hasta que el agua salió caliente, me fui introduciendo poco a poco hasta mojar mi cabello, me jaboné y luego me encargué de lavar mi cabello. Una vez que terminé me envolví en el toallón y sequé el baño.
Volví a mi habitación y con la toalla comencé a secar mi cabello con pequeños y cuidadosos toques, si algo de lo que era fanática, era del cuidado de mi cabello y de mi piel, aunque en el último tiempo había descuidado un poco de esta última y había perdido los buenos hábitos. Busqué entre la ropa un jean negro, zapatillas converse con plataforma blancas, un top blanco de tirantes y una camisa a cuadros negra y blanca. Mi estilo de vestimenta era muy variado, a veces me gustaba usar vestidos y colores rosas, otros vestir más formal con blazers y a veces lucir un pequeño estilo rebelde; todo dependía de mi estado de ánimo. Y como la venía pasando para la mierda, quería lucir como una pequeña fuck-girl, que claramente no era, soy una masita llorona. Como último me peiné, y bajé al comedor.
Aparentemente había sido la primera en despertarse, fui directo a la cocina a preparar mi desayuno. Entre algunas tantas búsquedas en la cocina encontré una taza negra y diferentes tipos de té, tomé uno de sabor durazno. Puse la pava eléctrica y corté rodajas de pan para hacer tostadas, saqué un dulce de frutos rojos y queso crema de la heladera. Una vez que el agua hirvió me senté en la mesa a comer, di un bocado a la tostada y pude distinguir la figura de mi tío bajando las escaleras.
—Buenos días. — lo saludé antes de darle otro mordico mi tostada
—Buenos días, Beth ¿Tan temprano levantada?
—No pude dormir mucho.— entendió el motivo y no quiso preguntar más.
—Me había olvidado de decirte, tengo que ir a trabajar, y volveré tarde, la semana que viene comenzarás la escuela, y ya sabes, estamos a martes y necesitas cuadernos y ese tipo de cosas. Te dejaré algo de dinero y ve a comprarlos, no vuelvas tan tarde.— me dijo mientras acomodaba su cabello castaño. Asentí con la cabeza pero muchas dudas comenzaron a surgir en mi cabeza, ¿Dónde podía ir a comprar los útiles escolares?, ¿Acaso se olvidó qué no conozco esta ciudad?, ¿Qué sucedería si terminaba en la otra punta del país?, o peor aún, ¿Si alguien intentaba secuestrarme? Tomé otro sorbo de té intentando mantener la compostura ante los ojos de mi tío, quien se lo veía bastante apurado para irse a trabajar. Solo esperaba no perderme, no podía demorarme tanto, además, nada que un pequeño plano no pueda solucionar. También podría servirme para conocer un poco e irme acomodando al nuevo ambiente y lo que me esperaba.
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Reiniciando
Teen FictionBeth Dumont, una adolescente de diecisiete años es atacada cruelmente por la vida. Tras el fallecimiento de su madre debe mudarse de ciudad para vivir con su único pariente vivo, su tío, un hombre muy ocupado y bastante ausente, pero simpático. Ent...