12. Túlio el Travieso

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Dedicado a chispazzz , la primera en saber la existencia de esta historia :).

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Me levanto con energías. Energías renovadas, y no, no hablo de esas que tienes en clases de tecnología o ciencias naturales. Energías espirituales renovadas. Vale, no, no soy buena haciendo bromas.

Salgo de casa despidiéndome de mi tío Ezra muy felizmente, nada podría detenerme hoy ¡Era libre! Como los pájaros. Beth Dumont había superado a un idiota, y contaba con las ansias de contárselo a Charlotte y Cansu y que ellas estuvieran orgullosas de mi, como buenas amigas.

Llegué al metro feliz cerca de saltar en un pie como niña de preescolar, y como estaba yendo temprano a la escuela me crucé con Alex.

—Buenos días, muñeca. Luces mejor que los días anteriores.— creo que estaba siendo demasiaaado evidente, pero que más da. Ser feliz no era ilegal; menos si eliminas a un tóxico.

—Que te puedo decir, la vida me sonríe hoy, y es jueves.

—Pero no viernes.

—Casi. Por cierto, terminé el poemario, es un gran escritor.

—Escritora.— me corrige Alex.

—¿No es James Lutz?—creía estar segura de que era hombre.

—Es Jane Lutz, una escritora antigua, ya sabes. En su época no era legal que las mujeres escribieran, por eso para publicar sus libros usó solo su inicial. Haciendo creer a los lectores que era un hombre, James. Cuando todos se enteraron quisieron matarla, pero pudo escapar; y de ahí nadie más supo de ella. Pero se dice que algunos de sus escritos fueron escondidos antes de que escapara.

—Con todos me imagino que te refieres a los hombres.

—En su mayoría. Yo soy una excepción, muñeca.—dice guiñándome un ojo.

—Ja, ja, ja. Increíble tú broma, ¿Te haces el feminista para caerme mejor?

—No, jamás haría algo así. Me gusta la igualdad. Debo admitir que es una gran escritora, y mi favorita. Además, ahora estamos en otras épocas. Deberías leer sus novelas, son arte puro.

—Tal vez lo haga, hace tiempo no leía.

—Te obligo. Yo sé de lo que te hablo.— finalmente accedí ante su propuesta.

Llegamos a clase y no había absolutamente nadie, ni siquiera rastros de Antoire que siempre solía ser el primero. Oficialmente era ultra temprano.

Tiro mi mochila en mi banco y Alex hace lo mismo. Miro la hora en mi celular y eran las siete y cuarto, faltaban cuarenta y cinco malditos minutos para entrar a clase.

—Es demasiado temprano.—bufo mientras cruzo mis brazos.

—El horario perfecto para leer. Ven.—piensa unos segundos hasta seguir su oración. —Si quieres...

—No tengo nada mejor que hacer.— como imaginaba, fuimos a la no tan polvorienta biblioteca. Aparentemente alguien, y con ese alguien me refiero a Alex, se había tomado el tiempo de limpiar los muebles; muchos libros seguían con un poco de tierra, pero estaban en mejor estado que la primera vez que estuve aquí.

Alex me lleva hasta una sección de libros de romance; lucía demasiado concentrado en la búsqueda de un libro. Sus ojos azules se veían más claros que nunca junto a la luz de la mañana; su cabello negro ondeado estaba despeinado, como si no fuera amigo del peine durante las mañanas; el pequeño lunar de su mejilla izquierda que estaba cerca de rozar sus labios estaba más luminoso que nunca; ya que era tan pequeño que era difícil verlo, sobretodo con mi altura. Sus labios estaban un poco lastimados, como si se los mordiera seguido, estaban demasiado rojos, pero esos rojos lindos y llamativos. Un rojo intenso, pero no rojo sangre, un rojo más bordó, más carnoso, de esos que... 

ReiniciandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora