27. El Juez También es Juzgado

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Uno de los errores que cometí en la decisión de tejer  peluches y las bolsitas era el hecho de que no había tenido en cuenta la cantidad total, ¡¿Dónde mierda iba a llevar noventa bolsas y peluches?! Tuve que pedirle a Charlotte que me buscara para poder trasladarlos, eran demasiados. Nunca quiero volver a ver peluches en mi vida ¡Los detesto! Pero al menos ya era viernes y la profesora se tragaría sus palabras.

Narciso y yo seguíamos ignorándonos, él prefería irse caminando a casa de su primo antes que cruzarse conmigo, estaba siendo demasiado cruel. Y si bien aún no hablaba con él, era porque no sabía que demonios quería de él; y sentía que era mejor ignorarnos que mentirle y volver a un bucle de indecisión pero con más presión.

Soy una cobarde.

El timbre de la casa suena y comienzo a sacar las bolsas con peluches de la casa, y las bolsitas también. El padre de Char, Luis, también está presente, así que nos ayuda a guardarlos en el baúl. Luego de unas cinco bolsas terminamos y nos sentamos en el auto agotados.

—¡¿Tantos niños son?!— el padre de Char pregunta alarmado.

—Parece que si, pa.—suelta ella tirada en su asiento.

—Lo siento, es que no tenía como llevarlos.—digo rascándome la nuca nerviosa.

—No es problema pequeña, todo sea por mi hija, últimamente luce triste y no quiere decirme.

—Yo no estoy triste—replica con molestia la morena.

—Te pasas los fines de semana encerrada. Hazme el favor muchachita y ayúdala.— y esa última frase parece una súplica ante la preocupación por su hija. Me limito a asentir y a mirar a Char, que luce incómoda y molesta.

Todo el viaje hasta High Jules fue tenso, ninguno de nosotros volvió a soltar una palabra. Tuvimos que pedir ayuda a algunos compañeros para bajar todo lo que cargábamos y guardarlo en el depósito de trabajo social, donde teníamos todas las cosas que habíamos recolectado para donar; incluso se habían sumado unas golosinas que servirían para guardar en las bolsitas que había hecho. Con solo imaginarlo podía sentir que luciría demasiado tierno y me emocionaba.

—¡Vaya! ¿Quién fue el qué se pasó de la raya?— la voz de Alex me da un escalofríos. 

—Beth.—suelta Char y se va del depósito. Dejándonos solos, pero antes de que este se de media vuelta y me deje sola le tomo de la muñeca.

—¡Espera! Tenemos que hablar, y bien, y no por celular.

—No creo que tengamos algo pendiente.— muñeca dice mi cabeza, ese apodo le faltaba a su oración, y con solo pensar eso siento una pequeña tristeza recorrer mi cuerpo, y también unos pequeños intentos de cristalización en mis ojos. Le suelto, pero Alex no se va de inmediato, me mira unos segundos pero yo agacho la vista y ahí es cuando se va.



(...)

Vale, si no iba a poder resolver el problema con Alex al menos quería saber que sucedía con Charlotte, las palabras de su padre me habían dejado pensando. Char no era una chica que demostrara muchos sus sentimientos, siempre había sido fuerte, o intentaba aparentar serlo. Siempre parecía lucir perfecta, pero no lo estaba. Ella siempre se preocupaba por los demás, a su manera, pero lo hacía, pero ¿Quién se preocupaba por ella? 

Y bueno, ahí es cuando entro yo, Beth Dumont. Había aprovechado el receso para caminar con ella en los pasillos para comenzar el interrogatorio.

—Si te aburrías los fines de semana podríamos haber salido.

—Estaba haciendo tarea.—responde la morena tajante.

—Char, yo no soy tú padre, puedes contarme lo que quieras.— la tomo de la muñeca y nos quedamos unos segundos mirándonos, pero ella vuelve a desviar la mirada.

ReiniciandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora