3. ¿El Juicio Final?

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Los días fueron pasando a la velocidad de la luz, y si se lo preguntan, no, Franco, o más bien dicho mi futuro ex mejor amigo seguía sin enviarme un mísero mensaje

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Los días fueron pasando a la velocidad de la luz, y si se lo preguntan, no, Franco, o más bien dicho mi futuro ex mejor amigo seguía sin enviarme un mísero mensaje. Me dolía pensar el hecho de que por una simple confesión nuestra amistad se viera arruinada. Me había sido difícil convencerme de tomar esa decisión y que era lo correcto. Pero ahora me mortificaba pensando que era una idiota y nunca debió pasarme esa idea por la cabeza. Pero ya estaba hecho, no tenía otra opción que esperar. Porque aún conservaba algo de orgullo y no quería ser yo quien le hablara, menos si sabía que probablemente me ignoraría.

Las mañanas me las pasaba observando el amanecer, con sus colores anaranjados y rosados, escuchando música de Selena Gomez y Taylor Swift, ordenando la que era mi nueva habitación y dando pequeñas vueltas por el vecindario para ir conociendo y también a las mascotas que lo habitaban; y sin falta los vecinos. Durante el medio día cocinaba lo que era mi almuerzo, aunque hubieron días donde solo prefería comer algo liviano como una simple ensalada o fideos, ya que al comer sola la comida no tiene el mismo sabor, y mi apetito era casi nulo. Siempre he tenido la filosofía de vida de que la comida en compañía es mucho más deliciosa que cuando comemos solos.

En la tarde me taladraba la psiquis pensando en mi madre, en nuestros recuerdos, nuestro último día juntas, y los cuentos que me contaba cuando era una niña, siempre que eso sucedía terminaba siendo un mar de lágrimas. A veces leía libros para matar el tiempo, o veía series para no llorar sola, así por lo menos podía sentir que mis penas eran compartidas y acompañadas por personajes ficticios, y podía sentir que no estaba tan sola. Hasta la tarde-noche, cuando llegaba mi tío de trabajar, y me ponía a escuchar como había sido su día; sus problemas y nuevos proyectos del trabajo. Finalmente cenábamos y veíamos una serie o película, generalmente de suspenso o comedia. Hasta que eran las once de la noche y nos íbamos a nuestras habitaciones a dormir. Y el ciclo se repetía como un círculo vicioso.

Pero HOY era EL día, hoy ingresaría a la escuela y conocería a mis compañeros. Hoy era lo más parecido al día del juicio final, de como sería calificada por el resto del año. A veces los adolescentes solemos ser bastantes burlescos y de etiquetar, y todo es risas hasta que es turno, y te toca probar de tú propia medicina.

Me levanté a las seis y media de la mañana, como si fuera un zoombie fui al baño a lavarme y exfoliar mi cara, si quería empezar el día con el pie derecho una buena limpieza de cutis me ayudaría a relajarme y cambiar vibras. Seguidamente tomé un baño y me puse el aburrido uniforme de falda tableada gris y remera blanca y azul, un cancán azul porque las mañanas de otoño eran muy frías, tanto que podía sentir el rocío de la mañana acariciar mis mejillas. Miré con asco los horribles mocasines negros ¿Por qué las escuelas crean uniformes tan horribles? ¿Qué clase de tortura es esta? Finalmente preparé mi bolso y bajé a desayunar.

Opté por yogur con cereales y unas tostadas con miel.

—¿Ansiosa por tú primer día?— Ezra vestía unos jeans negros y una camisa blanca con un sweater escote en v color bordó .

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