8. Pijamada

122 26 65
                                    

Las únicas pijamadas que había tenido en toda mi vida habían sido cuando era una niña, apenas tenía recuerdos de ella. A veces hacíamos pijamadas con Franco, bueno, yo lo obligaba, y él aceptaba a regañadientes. 

Me sentía demasiado ansiosa y emocionada. Me había levantado temprano a preparar el desayuno, aclaremos que es día sábado. Realmente estaba de buen humor.

Tenía que preparar un bolso con todo lo necesario para esta noche, aunque no sabía exactamente que guardar y que no. También debía comprar algunos bocadillos y bebidas para llevar, no podía ir con las manos vacías, eso me había enseñado mamá.

Ezra había ofrecido llevarme, pero quería conocer mejor la ciudad ya que estaba asumiendo que me quedaría aquí por unos cuantos años; aunque Brookville era bastante acogedor no podía quedarme allí para siempre, tampoco estaba en mis planes; siempre tuve la loca idea de abandonarlo; siempre pensé que mi futuro estaba en otro lugar. A pesar de haber rechazado su propuesta le pedí que me buscara al otro día, y aceptó; y lo agradecía porque los domingos el transporte público funcionaba más lento.

Mi celular sonó, era un mensaje de texto de Cansu.

Cansu

 ¿Te llevan tus padres o vas en transporte público?

Yo

 JAJAJA

Es como si me hubieras leído la mente. 

Voy en transporte público.

Cansu

 ¡Yo también! Nos encontremos en el centro en la puerta de la escuela, a las 18 pm.

Yo

Vale, te veo más tarde.

Un problema menos, esta vez no me perdería, mi mala experiencia no se volvería a repetir, o al menos no esta vez.


(...)


Luego de almorzar comencé a preparar oficialmente mi mochila: guardé un pijama de pantalón pastel celeste y una remera blanca con un oso panda; también guardé un par de medias y ropa interior extra, toallas higiénicas por si Andrés decidía atacar inesperadamente, mascarillas faciales, entre otras cosas que creí necesarias.

En la hora de elegir mi outfit, me basé en algo sencillo. Usé un jean celeste claro suelto y un top negro, me puse una chaqueta de cuero falso color negro y unas zapatillas con plataforma negras. Les dije, era simple.

Me despedí de mi tío y me dirigí a la estación del tren subterráneo. Un rato más tarde me bajé en el centro comercial, en busca de un pequeño supermercado donde comprar bocadillos para llevar.  Luego unas cuantas cuadras pude gritar eureka mentalmente.

Entré y me fui directo al sector de las frituras. Habían diferentes tipos, una mejor que la otra, se me caía la baba con tan solo leer los nombres, porque ¿Quién no amaba las frituras? Terminé por decidirme por unas clásicas papas fritas y otras picantes. Tomé una soda de sabor cola y dirigiéndome a la caja registradora choqué con alguien, alguien a quien conocía. A veces las vueltas de la vida son increíbles.

Levanté mi mirada y me encontré con Chandler, el chico de cabello rubio y alborotado que me había acompañado durante mi viaje a Los Ángeles. Se había agachado a recoger mis cosas de las cuales no me había percatado que se habían caído al suelo, sacudo levente mi cabeza y bajo para ayudarlo.

ReiniciandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora