7. J. Lutz

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El día viernes finalmente llegó, y Charlotte no tardó en enviar a mi celular la invitación para su pijamada en su casa, la cual era el sábado a la noche.

 La mañana estaba fría, como de costumbre, los otoños aquí eran demasiado frescos a lo que era un Brookville.

En el viaje camino a la escuela no me encontré con Alex, y había olvidado los auriculares, así que solo me quedaba el poemario el  cual ayer había hojeado. Lo tomo y lo abro al azar, y veo un título Me Faltas.



Me faltas. Todos los días.

Y todas las noches.

La vida sin ti es sombría.

¿Me oyes?

¿Me recuerdas? Porque yo sí te recuerdo.

Recuerdo tu perfume.

Recuerdo tu cuerpo.

Y los días felices de octubre.

Pero recordarte no es suficiente.

Tú ida dejó huellas,

que llevan a un camino que solo tú entiendes.

El cual me deja en sala de espera.

Porque yo sigo vivo,

en esta tierra que parece un infierno sin tú presencia.

Parece un castigo,

pero esta tierra que aun tiene tú esencia.

La que guardaré conmigo,

para siempre.

La que me ayudará a seguir vivo.

Y mantenerte en mi presente.

Sonreí con nostalgia, era lo que sentía; lo que el recuerdo de mi madre me hacía sentir. Ella ya no estaba conmigo, pero mi vida seguía; y el tren de la vida no tiene estaciones, y por eso no podía detenerme; solo tomar aire y seguir caminando. Caminando con su imagen en mi corazón. Cerré el libro y lo guardé en mi mochila. Había llegado a la estación, a mi destino de todas las mañanas.

La semana escolar estaba cerrando con las mismas imágenes de siempre. Antoire sentado en soledad con un libro, Mirko y Cansu llegando juntos, pero esta vez con Alex; que aparentemente se había quedado a dormir en casa de su primo, Mirko.

—Buenos días reyes— el fanatismo de Mirko por esa palabra comenzaba a hacerme gracia.

—Buenos días duque—intenté ser graciosa, pero había fallado. 

—A ti no te sale, reina.

—En mi cabeza sonaba mejor—reí mientras rascada mi brazo derecho con algo de nervios.

—Buenos días—saluda Cansu con una sonrisa y su semblante pacífico de siempre. —¿Irás a la pijamada, verdad?

—Sí, iré.

ReiniciandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora