Estaba vestida con un vestido de tirantes floreado sencillo que mostraba un poco mi espalda, aunque la cubrí con mi chaqueta de jean por vergüenza. Mis zapatillas negras estaban siendo desgastadas por cada paso que daba apurada, porque me había quedado dormida y no quería dejar plantado a Alex, aunque ya le había mandado mil mensajes disculpándome.
Mi cabello se despeinaba cada vez más con el viento. Pero no importaba porque solo estaba a pasos de llegar.
—Si estabas tan cansada podría haberlo hecho yo al informe.— me tiré en sus brazos con la respiración agitada.
—Me sentiría demasiado culpable si lo hubiera hecho. Mejor tarde que nunca dicen.— cada día estaba más enamorada de su sonrisa, aunque fuera esa sonrisa fanfarrona que me ponía los pelos de punta.
La casa aparentaba estar vacía ya que no se escuchaba ningún ruido, solo los pasos que dábamos hasta su habitación.
—¿Preparada para entrar a la cueva del lobo?— dice parado en la puerta con su sonrisa.
—O más bien, preparada para entrar a la cueva del escritor anónimo.— mi comentario hace que su sonrisa se borre y eso me hace reírme.
—Tú no eres divertida. Además, decidí que el año que viene comenzaré a escribir con mi nombre. Dejaré de usar el seudónimo que tenía.
—Que valiente de tu parte.— lo abrazo por el cuello parándome de puntitas para dejar un pequeño beso en sus labios. Alex sonríe y abre su habitación.
Es bastante sencilla a lo que me imaginaba, las paredes son blancas, pero tiene estanterías llenas de libros; podría jurar que gran parte se los había robado de High Jules. Su cama era pequeña, y tenía un escritorio con su ordenador. Estaba todo meticulosamente ordenado, algo que no me esperaba de él.
—Es muy sobria pero ordenada.
—Que emotiva eres, es solo una habitación. Lo importante aquí son los libros.— señala todos con su dedo índice.
—Bueno, lo que tú digas, Narciso. Mejor avancemos con el informe o no terminaremos jamás.— el asiente y comenzamos a trabajar en su computadora.
El comenzó escribiendo mientras nos guiábamos con unos apuntes que Dakota nos había entregado, pero finalmente terminé escribiendo yo mientras el me dictaba. Después de todo el escritor era él. Teniendo en cuenta que sus ojos y el hecho de tenerlo en pijama frente a mi no me dejaba concentrarme lo suficiente como para formular alguna oración.
Alex parecía estar lo más tranquilo del mundo, mientras a mi me tiritaban las piernas y se me aceleraba el corazón cada vez que se acercaba un milímetro más de lo que se conoce como "espacio personal".
Gracias a sus habilidades de redacción y la suerte que nos acompañaba pudimos terminarlo a las horas, solamente nos quedaba imprimirlo. En ese informe estaba el cuarenta porciento de nuestra calificación. Ruego que sea lo suficientemente bueno o reprobaría la asignatura.
—¡Libertad al fin!—exclamé mientras me estiraba en la silla. Me quité la chaqueta para hacerlo con más comodidad.
—Nunca somos libres del todo.
—No comiences a filosofar o caeré en la depresión.
—¿Decidiste qué estudiar? ¿O tendrás un año sabático?
—Diseño de indumentaria.— él sonríe.
—Quiero verte algún día con ese vestido.— me sonrojo. Ambos sabíamos que ese vestido era el que su madre me había regalado. —Ya lo estrené una vez.
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Reiniciando
Teen FictionBeth Dumont, una adolescente de diecisiete años es atacada cruelmente por la vida. Tras el fallecimiento de su madre debe mudarse de ciudad para vivir con su único pariente vivo, su tío, un hombre muy ocupado y bastante ausente, pero simpático. Ent...