37. El Baile

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Las horas parecen eternas, pero rápidas a la vez. Cada segundo cuenta. Los nervios se apoderan de mi estómago y mi apetito desaparece. Estoy en mi cama, tirada; envuelta en una toalla, negada a la llegada de esta noche. 

Lo que parecía un para siempre estaba llegando a su fin.

Mis uñas están teñidas de celeste; con algunas perlas adornándolas. Las miro, y las miro. Nunca había tenido las uñas con una semipermanente, se sentían extrañas, pero me gustaban demasiado. Me emocionaba que combinara con mi vestido, el cual estaba en frente mío. Finalmente había elegido el de corset, era sexy y tierno a la vez. 

Me peino con ayuda de tutoriales. Había decidido ahorrar ese gasto por el hecho que siempre tuve facilidad para peinarme, hice unas pruebas antes y había salido bastante bien, así que sin miedo a que temer me peiné yo misma en una media cola que ayudaba a resaltar las ondas de mi cabello.

Sigo con el maquillaje. Obviamente decidí hacerlo yo también, ya que era bastante buena y exigente, si dejaba que alguien más lo hiciera dudo que me hubiera gustado. Tenía mi propio estilo bien marcado.

Ya son las siete de la tarde, y lo único que queda es calzarme el vestido. Lo hago desde arriba, y cuando baja se vuelve un poco difícil, necesito ayuda; aunque logro bajarlo me queda subir el cierre. Mierda. Tendré que pedir ayuda.

—¡¡Tío!!— lo llamo sosteniendo mi vestido por los pechos mientras doy saltos para no pisarlo. —¡¡¡Necesito ayuda!!!

—¿Problemas de belleza? Mira que yo no entiendo de esas cosas de mujeres.—blanqueo mis ojos cuando lo veo llegar.

—Solo necesito que subas el cierre.— él asiente y lo hace.

—Listo. Estás hermosa.

—Gracias.— entro a mi habitación y me pongo los zapatos, eran unos tacos de tamaño medio y plateados. Siento como las ballenas del corset me mantienen tiesa, diablos, tendría que haber pensado en esto mucho antes. Cuando termino suspiro pesadamente por tal travesía.

El timbre suena ¡Mierda! Seguro es Alex, le había dicho al cretino que no viniera. Y no porque hayamos terminado, claro que no, sino que Ezra no sabía de este pequeño detalle...

Intento correr bajando las escaleras, pero no manejo tan bien los tacos así que disminuyo la velocidad. Desgraciadamente, mi tío es el que abre la puerta.

—Buenas noches, señor Dupont, digo Dupon, vengo a por la reina Beth.

—¿Mirko?—frunzo el ceño.

—¿Quién es él y por qué no puede pronunciar bien nuestro apellido?— para mi sorpresa Ezra pregunta a las risas. Y cuando estoy frente a Mirko entiendo el porqué: estaba vistiendo un traje verde pastel, combinaba con sus ojos.

—Quítate tú, ¡Te dije que te quedaras en el maldito auto!— mi Narciso aparece molesto mandando a Mirko a sentarse casi empujándolo.

—Hola señor Dumont, soy Alex, el novio de Beth.— ¿Cómo rayos le da la cara para decir eso en frente de mi tío? TIERRA TRÁGAME.

—Beth, recibe las flores de tu novio, es de mala educación.— con el impacto del momento se me había nublado la vista. Recibo los tulipanes lilas con mis manos temblorosas.

—Soy Ezra, no me digas señor, yo sigo siendo joven.— ambos se dan la mano. Él no tiene ni una pizca de enojo o seriedad en su rostro. Ni siquiera de sorpresa.

—Iré a dejar las flores en agua.— doy media vuelta y las meto en el primer frasco que veo.

Cuando vuelvo ambos están sentados en el sofá riéndose. Ezra siempre fue un desgraciado en su adolescencia; nunca le gustaron las responsabilidades, por eso nunca quiso ser padre. Tampoco podía imaginarlo como uno. Y aunque tenía unos cuantos años, se estaba comportando como un adolescente, el que siempre fue y vivió en él. Me decepciona. No puedo cambiar a las personas, pero supongo que una parte de mi esperaba que fuera la persona protectora que necesitaba, la que me faltó. Estaba claro que él no podía cumplir esa función jamás.

ReiniciandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora