Capítulo 16.

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Siendo sincera, no me sentía bien por preguntarle a Axel de volver a la cafetería. Era obvio que no quería regresar si se fue nada más entrar.

Miré el patio que se parecía a un cementerio, ya que no había absolutamente nadie. Pasé mis manos por los brazos tratando de producir calor, que, aunque hacía sol cada dos por tres, las nubes lo tapaban provocándome frío. Caminé despacio dirigiéndome a la fuente, me senté en uno de los bancos helados mirando el gimnasio.

Sigo sin saber porque Betsy no me dijo lo que era si tan solo era el sitio donde entrenaban algunos. Suspiré hondo elevando mi mentón mientras cerraba los ojos levemente y dejaba el vaso en el banco.

Me gustaría llegar a saber que es lo que tiene el gimnasio que solo lo pueden utilizar los que participen en un equipo. Debería estar abiertos para todos, ¿no? Tal vez me esté volviendo paranoica y tan solo sea un gimnasio, al fin y al cabo.

Abrí mis ojos quitando estos pensamientos rodantes por mi cabeza y miré los árboles contemplado su altura. Me congelé de inmediato cuando sentí una presencia que me observaba, miré a los lados y no vi nada. Lentamente me levanté mirando a todas direcciones, pero nada, solo había un gran silencio. Apreté mis manos cerrándolas en forma de puños y me mantuve en alerta un rato. Al pasar unos minutillos, dejé de sentirme en alerta y me relajé.

Mala opción.

Capté a lo lejos como una persona caminaba arrastrando una manta blanca hasta llegar detrás del gimnasio. No pude evitarlo y me moví de forma apresurada para seguirle el paso. Una vez llegué, coloqué una mano en la pared del gimnasio para ver al señor.

Parecía de una mediana edad, más alto que Axel seguro que era. Su pelo era corto y negro. Su vestimenta, sin embargo, era de una chaqueta verde oscura, los pantalones anchos negros y en la cintura colgaba un cinturón con algo que no veía bien.

Cuando se puso erguido, inmediatamente identifiqué lo que colgaba, era un maldito martillo. Me quedé parada y mis ojos no le quitaban la vista de encima ni por un segundo. Si mi cabeza no me estaba dando una mala pasada, este señor había matado a una persona. No pensaría esto si el señor no tuviese un martillo, ni que estuviese arrastrando una manta con algo pesado, que de seguro, habría enrollado. También su actitud de girarse cada dos por tres asegurándose por donde pasaba, no ayudaba mucho.

Me sobresalté dando un salto cuando noté como una mano tapaba mi boca y me llevaba detrás de unos arbustos. Le di un codazo en el estómago y esta dijo susurrando en mi oído.

-Tranquila, chica de las nieves. Soy yo, Alexa.

En el fondo me tranquilizó que fuese Alexa y no otra persona. Me quedé también por otra parte, tranquila de que estuviese bien ya que en un principio creía que él señor le había hecho algo a ella. No la vi por ninguna parte por la mañana y me llegó a esta conclusión. Es cierto que podía haber estado en clases, pero, si hubiese estado en clases... ¿Qué hacía ella aquí ahora?

Por fin, Alexa me soltó y ambas nos tumbamos en el suelo viendo como el señor seguía a paso lento moviendo la sábana. Tuvimos que arrástranos por el suelo, tratando de no hacer mucho ruido, con la ayuda de nuestros antebrazos y las piernas. Cuando el señor pasó el gimnasio, se metió entre unos árboles perdiéndole de vista. Iba a levantarme cuando Alexa me agarró del codo y volvió a tirarme al suelo haciendo que mi barbilla tocase con la tierra mojada.

-No te muevas aún. -murmuró.

-Un perdón bastaba. -me llevé una mano al mentón haciendo presión.

-Sh, ahórrate palabras, y solamente habla cuando sea necesario.

- ¿Qué es lo que está pasando? ¿Dónde estabas? Te he estado buscando. -dije en un susurro.

El Internado Horspeen I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora