IMPORTANTE: este capítulo estará dividido en tres partes, tratará de como se sentía este personaje antes de pertenecer al internado. Cabe resaltar que habrá escenas detalladas en este capítulo, por lo que si no es de su agrado leer este estilo (violento) os pido que lo saltéis al próximo donde habrá un breve resumen. Muchas gracias, disfruten de la lectura.
Narra Ross Davis.
Mientras oía con lejanía a Eileen gritar ante el pánico con una mezcla de adrenalina, observé el asfalto siendo consumido por sus mismos sentimientos.
Concretamente no se trataba por lo que estábamos viviendo ni mucho menos, si no uno muy distinto. Uno que no quería volver a recordar desde hacía mucho, sin embargo, me vi absorbido hacía mis recuerdos más oscuros en el momento menos indicado.
La carretera se iba transformando en un cielo gris que no le podía quitar la mirada. Pasaban unos cuervos graznando con fuerza, como si estuvieran avisando de que algo grave iba a suceder.
Al fin y al cabo, era una clara advertencia de lo que se avecinaba.
Con pesadez, me levanté de la hierba fresca. Mi mente me había transportado a aquel lugar que me obligaba cada día a no recordar jamás.
Dejé mi silueta marcada y a mi derecha, observé como un Ross de siete años se levantaba de la misma forma. Buscaba con la mirada un tarro de cristal, donde guardaba todas las piedras que recogía en la orilla del río.
Sus texturas, colores, tamaños e incluso los aromas que dejaba la naturaleza impregnada en ellas, hacían que mi pasión por las piedras se elevara.
De mayor quería ser geólogo.
—Ross, —llamó la reconocible voz agridulce de mi madre desde el porche de casa —date prisa en entrar. Comenzará a llover dentro de poco.
El niño asintió, pero no iba a entrar hasta que encontrase el frasco. Debía encontrarlo rápido porque si su padre llegaba antes, le iba a regañar por dos motivos.
Uno.
Su padre le decía que era una pérdida de tiempo pasarse las horas muertas mirando y contemplando piedras, para él, no tenían valor. Entonces si lo encontraba en el exterior, en búsqueda de más, le castigaría.
Dos.
Cuando él llegaba, su hijo debía estar bañado y ayudando a su madre en casa. En el caso de hoy, que estaba nublado, se le añadía otra obligación. Cuando llovía, no podía salir, se lo tenía prohibido.
Él chico, con más ansia, rebuscaba el bote. Temía ser descubierto por su padre, ya le advirtió en una ocasión que, si seguía con las rocas, se las tiraría a la cabeza.
Las gotas comenzaron a caer sobre mi cabello y el pequeño, al verlas en su abrigo amarillo, dio por perdido sus descubrimientos de hoy. Cuando fue a ponérselo y echar a correr, el frasco cayó. Se sobresaltó por si se había roto, pero al ver que estaba intacto se lo escondió en el bolsillo de dentro.
Al introducirnos en el interior de nuestro hogar, no le dio tiempo de quitarse los zapatos cuando nuestro padre ya estaba delante de él.
—¿Qué estabas haciendo? —preguntó desafiante.
Analicé sus ojos negros pequeños, eran similares a los míos a excepción de que los suyos estaban vidriosos y algo rojizos.
Ya había vuelto a beber.
Sentí recorrer el pánico por mis venas.
—Solo buscaba la pelota, ayer no la pude encontrar —respondió el pequeño, rígido. No se esperaba encontrar a su padre en casa, ya que había salido y no iba a regresar hasta tarde.
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El Internado Horspeen I.
Mystery / ThrillerUna chica nueva llega al internado Horspeen con la ilusión de conocer a más personas de su edad y estudiar como una chica normal, alejada de los lujos y las asfixiantes restricciones de su madre. Sin embargo, Eileen no espera que el internado al qu...