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No puedo evitar preguntarme si
esta es la última vez que veré tu rostro
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EL CABELLO CASTAÑO ERA TOMADO POR EMMA, MIENTRAS SOBABA LA ESPALDA DE LA RUSA.
Le agradaba Anastasya, se habían vuelto cercanas en los días que llevaba en New York, pero estaba deseando que Regulus llegara pronto para que la ayudase con la situación. Simplemente atinó a acariciar su espalda y compadecerse de la rusa, evitando que su cabello fuese manchado por el vómito que le había ocasionado oler la comida que había preparado con tanto esmero.
Si era honesta, no entendía por qué le hizo sentir arcadas cuando olía a paraíso. Se le había hecho agua la boca de sólo pensarlo, de volver a olerlo. Dios, la rusa sí que sabía cocinar.
Cuando Anastasya se levantó, se acercó al lavabo y limpió su boca, mostrando la palidez de su piel y el leve temblor que le había dejado hacer fuerzas para devolver todo lo que había comido durante el día. Emma miró a la rusa y la obligó a sentarse en el borde de la tina del departamento y se arrodillo frente a ella, dándose la confianza de apretar sus manos.
— No estás sola, ¿sí?
— ¿Qué?
— Eso. No estás sola, Anastasya, aunque no me conozcas. Eres muy guapa y no tienes que hacer esas cosas..., sé que los problemas alimenticios...
— Emma, no, no es eso — rio suavemente —. Yo... bueno, en realidad, estoy aquí para hablar de eso con Regulus.
— ¿Hablar de qué?
La conversación entre ambas se vio interrumpida por el chillido infantil corriendo por el living del departamento. Anastasya soltó un suspiro de alivio y elevó la mirada al sentir los pasos cercanos, encontrándose con la mirada curiosa de Regulus, frunciendo levemente el ceño al verlas en esa posición en el baño. La castaña parecía asustada y seguía muy pálida, por lo que el azabache se preocupó más.
Emma miró a Anastasya una vez más antes de darle espacio a su novio, quien tocaba la frente de la chica, comprobando temperatura, y tomando su pulso en la muñeca. No entendía muy bien cómo es que alguien como Regulus podría ser sólo amigo de alguien como Anastasya, porque la chica era demasiado guapa, pero el azabache la miraba fraternalmente, y entendía que había mucho que todavía no comprendía de su novio.