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¿Quién soy yo si me potencial
no ha sido explorado?
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ALTAIR ESTABA SEGURO DE QUE HARRY EXPLOTARÍA EN CUALQUIER MOMENTO.
Desde que se habían enterado de que era Harry Potter la gente no dejaba de seguirlo y hablar de él a murmullos que claramente escuchaban todos. Imaginaba, con diversión, que su amigo terminaría por gritarles a todos que lo dejaran en paz, que sí tenía una cicatriz y que no sabía cómo demonios había vencido al innombrable, tal como había repetido cientos de veces. Aun así, había logrado mantenerse sereno y tranquilo, intentando no perder la cordura ni los estribos, en especial ahora que se dirigían a la sala de clases.
El mellizo Gryffindor estaba seguro de algo: odiaba a Peeves, aunque le parecía divertido cuando no le hacía bromas a él; estaba seguro de que sus tíos no le habían advertido de ese gran pequeño detalle. Pero no se quejaba, estaba seguro de que Aquila lo estaba pasando peor, odiando absolutamente estar encerrada, alejada de él y con compañeros que, según ella, ya odiaba.
La ventaja de aquel día era que tenían Pociones con Slytherin.
La desventaja: tenían Pociones con Slytherin.
— ¿Qué tenemos hoy? — preguntó Harry a Ron, en el desayuno.
— Pociones Dobles con los de Slytherin — respondió.
— Oh, Aquila debe estar feliz — Harry miró a Altair, que asentía.
— Aquila está muy feliz, aunque a nosotros no nos gusten todos los Slytherins.
— Lava tu boca con jabón — dijo la voz femenina, detrás de él, haciéndose espacio en la mesa, ignorando las malas miradas —. Tienes a la mejor Slytherin que vas a conocer a tu lado, idiota. Y te patearé el trasero.
— También te amo, hermanita de mi corazón.
— Cállate.
— Uy mal día, ¿no? — Ron preguntó.
— Teniendo a Malfoy en la misma casa, con todo el mundo adorándole, créeme, no hay forma de tener un buen día — contestó, robándole la tostada que se había hecho recién el pelirrojo. Resopló —. L-lo siento. T-te debo una tostada.