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Sé que tienes miedo,
porque los corazones se parten
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ALYSSA FRUNCIÓ EL CEÑO ANTE LA IDEA DISPARATADA DE GEORGE.
Por lo general, no estaba interesada en gastarle bromas a nadie, simplemente en sacar de problemas a sus mejores amigos, pero la sonrisa traviesa y el intento de ojos de cachorro del pelirrojo le hacía dudar de sus propias normas. Sabía que no debía de molestar a Snape, ¡la tenía en la mira, y era hija de Sirius Black! Todo su ser se volcaba a decirle que era mala idea, que ni siquiera debería considerarlo. Y George parecía suplicarle con los ojos... y luego con las manos juntas en plegaria. ¿Cuánto tiempo le tomaría convencerla? ¿Diez minutos, quince si estaba de mal humor?
Los gemelos la habían acogido desde siempre, quizá hubo un año o dos en los que se separaron cuando eran muy pequeños, porque Anastasya estuvo internada, y bueno... Alyssa no recordaba mucho de esa época, solo un tigre que cuidaba de ellos y luego todo era medio borroso. La mayoría de su vida había estado con los gemelos, decirles no... bueno, no solía estar en su vocabulario por mucho tiempo, ellos se encargaban de hacerla aceptar o tentarla hasta que ella diese la idea brillante de cómo escapar, porque ellos eran unos expertos consiguiendo problemas.
— Aly, te castigó simplemente por interrumpirlo, creo que se merece que le robemos su poción — intentó persuadirla —. Sabes que quieres.
— George, ya estamos castigados.
— Ya, pero no te gustan las cosas impares. Cuatro días es mejor que tres.
— ¡De castigo con Snape!
— ¡Podemos vengarnos!
Negó. — ¿Dónde está Fred?
— Ni idea — confesó —. Sé que debería saberlo, pero lo perdí antes de venir, dijo que tenía algo que hacer.
— ¿Una chica?
— Creo que hay alguien, pero él no quiere confesarlo. ¡Oye! Estás cambiando el tema.