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Los hombres sabios dicen:
"sólo los tontos se precipitan",
pero no puedo evitar enamorarme de ti.
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ALEKSANDER MOVIÓ LA LUZ DE UN LADO A OTRO, VIENDO LOS OJOS DE SU HERMANA SEGUIRLO.
La chica seguía aturdida y desconfiada de cada persona, no hablaba, no podía, pero se veía perturbada al verse en aquel lugar. Siguió todas y cada una de las instrucciones de Aleksander, aunque todavía le costaba asociar sus peticiones, no podía simplemente seguirlas, a veces debían repetirlas dos o tres veces antes de tener la atención de ella y que, además, comprendiera lo que decía. A veces, sentía que sólo movía la boca y no podía entenderle, como si ella fuese sorda, pero luego volvía a hilar algunas frases.
No había nadie más en la habitación que Aleksander y Alexei, puesto que el mayor salió gritando por los pasillos que había despertado, alertando al mellizo menor y sin darles tiempo de pensar en llamar a alguien más. Estaba en éxtasis, tratando de controlarse lo mejor posible para ser profesional con su hermana, pero deseaba abrazarla y no soltarla nunca más, llorarle en el hombro y decirle que la había extrañado, que sabía que despertaría, pero no quería agobiarla, además, quería que Alexei fuera el primero en brindarle toda esa emoción, quería que su hermano se distrajera de su dolor, aunque sea un breve instante de felicidad.
— Bien, Stassy, todo se ve en orden, pero debemos hacer exámenes para asegurarnos de que todo esté completamente fantástico — explicó, guardando la pequeña linterna en su bolsillo —. Han pasado muchos meses desde el accidente, así que no quiero que te alteres o le pidas a tu cuerpo que reaccione como tú quieras, porque es un proceso. Debes ir paso a paso, como un bebé.
— ¿D-doctor?
Aleksander y Alexei fruncieron el ceño. Primero, porque eran las primeras palabras que decía, por lo que salieron roncas y muy quejumbrosas; segundo, porque miraba a Aleksander como si no lo conociera, en especial en cómo se dirigió a él.