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¿Podrías enamorarte de una
mujer como yo?
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TODOS ESTABAN EN ALERTA EN SEGUNDOS FRENTE A SNAPE.
Anastasya sabía que estaban perdidos, no habría forma de que Snape dejara escapar a Sirius, pero ella tampoco iba a perderlo, recién lo había recuperado, no dejaría a sus hijos sin él de nuevo. Snape agradeció a Harry por la capa, también se rio al ver a Anastasya ahí. Explicó que encontró el mapa abierto en la oficina de Lupin y los siguió... y nombró la poción. Aquila comenzó a sacar cuentas rápidamente, pero nadie prestaba atención.
Lupin y Snape se enfrentaron a palabras sobre las acciones y la intención de Snape de enviarlos a los tres a Azkaban esa misma noche. Anastasya ahogó una queja cuando, de la varita de Snape, brotaron cuerdas que amarraron a Lupin de manos y pies. Perdió el equilibrio y cayó al suelo, incapaz de moverse. Black intentó abalanzarse sobre Snape, pero él apuntó directamente a sus ojos con la varita.
— Dame un motivo — susurró —. Dame un motivo para hacerlo y te juro que lo haré.
— Detente, Sirius — exigió Anastasya.
Sirius se detuvo en seco. Era imposible que mostrara más odio. Harry no sabía qué hacer ni en quién creer, pero el cálido movimiento de su madrina sobre él fue reconfortante. Todos parecían igual de confundidos. Intentaba odiarla, en serio, pero ¡demonios! No podía.
— Oiga... — Aquila se aclaró la garganta — me estaba gustando la historia. ¿No podríamos esperar a que terminen?
— Profesor Snape, no... no perdería nada oyendo lo que tienen que decir, ¿no cree? — Hermione intentó apoyar a Aquila.
— Señoritas Granger y Black — se burló de la última —, me temo que van a ser expulsadas del colegio. Ustedes, Potter, Weasley y Black se encuentran en un lugar prohibido, en compañía de un asesino escapado y de un licántropo. Y ahora, les ruego que, por una vez en sus vidas, cierren la boca.
— Pero si... si fuera todo una confusión...
— ¡CÁLLATE, IMBÉCIL! — Gritó Snape a Hermione, descompuesto —. ¡NO HABLES DE LO QUE NO COMPRENDES! — del final de su varita salieron chispas. Hermione guardó silencio, mientras Snape proseguía —. La venganza es muy dulce — le dijo a Black en voz baja —. ¡Habría dado un brazo por ser yo quién te capturara!