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Presiento que serás de esos
errores, de esos que estoy
dispuesto a cometer.
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LA VEÍA CERCA DEL LAGO NEGRO, ABRAZANDO SUS PROPIAS PIERNAS Y MIRANDO A LA NADA, CASI CERRANDO LOS OJOS POR EL SUEÑO. ÉL NO PUDO EVITAR SONREÍR.
Se acercó con rapidez, sin embargo, se aseguró de que no llamaba la atención de nadie. Una vez que estuvo seguro de aquello, fue libre de acercarse a la rubia que miraba al lago sin emoción, casi deseando que el calamar se deshiciera de ella para acabar con sus problemas familiares, al menos así lo sentía ella.
Se sentó a su lado y se apoyó con sus palmas en el suelo, tomando una postura muchísimo más relajada que ella, que parecía querer explotar en cualquier momento; aunque sabía perfectamente cómo mantener su rostro impasible y neutral.
— ¿Qué haces aquí? — preguntó sin mirarlo.
— Una chica, tan bonita como tú, no debería estar aquí sola, ¿no crees?
— ¿Por qué podría pasarme algo y yo soy débil por ser mujer? — preguntó con amargura y hastío.
Él rio. — Todo lo contrario. Temo por el calamar o la persona a la que ataques. — Fingió horror —. Eres mucho más fuerte de lo que crees o te hacen creer.
— ¿Por qué estás aquí?
— Ya te dije: temo por la seguridad de cualquier persona que te provoque. — Sonrió captando al fin la mirada de ella —. ¿Qué te pasa?
— ¿Acaso te importa?
— ¿Vas a responder todas mis preguntas con más preguntas? — arrugó su nariz —. Porque será un día muy largo si seguimos así. Y sí, la verdad, Cissy, me interesa lo que te pase, me interesa mucho.
— No es nada.
— Sí, sí es algo. Te ves apagada. — Jugó con el pasto entre sus dedos, moviéndolos para ocultar el nerviosismo —. Usualmente eres como un huracán, con mucha energía y haciéndose notar, pero hoy no.
