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Me tienes y me dejas ir,
¿qué quieres de mí?
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GIGI ROSIER ODIABA VOLVER A HOGWARTS DESPUÉS DE UNAS ASOMBROSAS VACACIONES, LAS MEJORES QUE HABÍA TENIDO EN TODA SU VIDA.
Pudo descansar hasta tarde, tenía un buen desayuno familiar, la recibían con sonrisas y abrazos, tenía noche de campamento, le enseñaban magia mucho más avanzada, les tomó cariño a las criaturas mágicas, ¡incluso aprendió a jugar Quidditch! Nunca había estado tan feliz, de hecho, le asustaba aquello.
Nada bueno duraba en su vida.
Pero tenía a los hermanos Markóvic-Romanov a su lado, ¿qué podría salir mal? Incluso Andrei y Aleksander la defendían de los Slytherin que intentaban molestarla, y nadie era capaz de meterse con ellos. Agradecía que la integraran. Todo se había puesto peor con sus compañeros de casa desde que sus padres la echaron de sus vidas.
— Giselle, pero qué mal verte el rostro. — Su hermano, Evan, sonrió con hipocresía —. ¿Dónde has estado? ¿Bajo un puente viviendo?
— Me das tanta lástima, Evan.
— Lástima me das tú a mí, ya no tienes nada.
— Tiene una familia y la trrata mucho mejorr que tú, déjala y vete.
Gigi intentó que una sonrisa burlona no saliera de su rostro cuando Aleksander se hizo presente en la sala común de Slytherin. El chico había cambiado bastante durante el verano: cabello más largo y desordenado, actitud indiferente, más alto, sus facciones más marcadas, su voz más gruesa y profunda, con menos acento marcado; sí, Gigi se había reído tanto de las chicas que suspiraban, sin disimular, en el tren.
— No te metas, Markóvic-Romanov, no es tu asunto.
— Es mi asunto cuando atacas a alguien de mi familia. — Aclaró y se acercó a paso elegante a Gigi, para entregarle un sobre —. Mamá te envía eso, quierre respuesta hoy.