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Podría pasar mi vida en esta
dulce rendición
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ANDREI SOLTÓ UN RESOPLIDO EN LA BIBLIOTECA, DEJANDO EL LIBRO DE LADO Y PASANDO LAS MANOS POR SU CABELLO.
Luego desató un poco su corbata, dándose un look más desordenado y desenfadado, muy diferente a lo de siempre, pero su cabeza no estaba en los estudios de pociones y su próximo examen. En realidad, Andrei tenía la cabeza en cierto chico que reía en voz baja, a un par de mesas, con sus amigos. Intentaba no verlo como algo más, buscar todas las cosas malas por las que no debería fijarse en él, pero su sonrisa... oh, su sonrisa era lo que más odiaba.
O eso quería creer.
Pero, por otro lado, estaba el chico americano. Merlín, él quería, desesperadamente, dejar de sentir esas estúpidas mariposas. Jamás se había considerado una persona débil o manipulable, todo lo contrario, y entonces el mundo decide burlarse decidiendo que le gustan los chicos y nada menos que un tipo al que le gustan las chicas y otro que no conoce su vida mágica.
Excelentes elecciones, Andrei, pensó.
— ¿Está ocupado?
Andrei maldijo internamente, sin embargo, levantó la cabeza con una ceja alzada, como si no le importara en realidad tener a Dylan Cox frente a él con una sonrisa grande, encantadora y amable. Tenía su cabello bien peinado, su uniforme bien puesto y sus libros bajo el brazo, completamente relajado, a pesar de que tendrían un examen importante; se preguntó si alguna vez lo había visto estresado por la temporada de exámenes, pero no conseguía recordar ni una sola vez en la que lo hubiese visto perder su sonrisa.
— Uhm... No, llévate la silla, no hay problema.
Andrei, en serio, ¿cuál es tu puto problema?
Dylan rio. — Me refería a si puedo estudiar contigo — se encogió de hombros —. Mis amigos son divertidos y todo eso, pero necesito estudiar y tú eres el único aquí que realmente estudia. ¿Te molesta si me quedo?